Oficialmente hace solamente 2 días que es otoño, pero yo ya llevaba algún tiempo tratando de aceptar que el sol, más bajo y menos intenso, ha cambiado de trayectoria; que no es casualidad que bajo el árbol enfrente de mi ventana se hayan juntado de repente esos montoncitos de hojas secas; y que el fresco de las mañanas y al atardecer ya nos está invitando a ponernos algo más que una simple rebeca.
El otoño se acerca con muy poco ruido:
apagadas cigarras, unos grillos apenas,
defienden el reducto
de un verano obstinado en perpetuarse,
cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste.
Se diría que aquí no pasa nada,
pero un silencio súbito ilumina el prodigio:
ha pasado
un ángel
que se llamaba luz, o fuego, o vida.
Y lo perdimos para siempre.
¡Grande, muy grande, Angel Gonzalez!
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