Todo empezó el día que fui a la presentación del libro La Mesa del Pecado.
Esa tarde de Viernes fui a la tienda Verde Mandarina a ver de nuevo a Luisa y a Raquel, con quien hice el taller de fotografía Balance de Blancos y a conocer en persona a todas las otras personas que había ido viendo en Facebook y que aún no había tenido ocasión de saludar.
Así fue como conocí a Margot Kidman. Bueno, conocer lo que es conocer, me dio la sensación como si ya la conociera de antes… con el hecho de haberla ido viendo en Facebook, saludarla en persona se me hizo muy familiar, como si ya hubiéramos hablado muchas otras veces. Y más todavía con lo encantadora que es. Tanto que al cabo de unos días recibí una invitación suya para asistir a su siguiente merienda y por supuesto la acepté en seguida que supe que estaba disponible para ese Sábado por la tarde.
El Sábado 24 de Mayo quedé con Kris del blog Quédate a Comer -con quien ya habíamos compartido un momentazo durante la entrega de premios de Mercat de Mercats- y con Carmen de Recetas de Carmen, a quien yo aún no conocía pero con quien en seguida tuve un muy buen feeling. Como para las tres era nuestra primera vez en una merienda de blogueros, el hecho de ir juntas nos ayudó a pasar la vergüenza y a venirnos arriba… ¡y vaya si lo hicimos! ¡Qué buenas risas nos pegamos!
Así fue como las 3 nos fuimos hacia l’Obrador, y una vez dentro nos encontramos con una mesa llena de caras de blogueros conocidas y con nuestra anfitriona, por supuesto.
Entrar en l’Obrador y sentir que entras en un local que ama el pan es una misma cosa. Remei, la responsable de Santa Gloria y de l’Obrador, nos invitó a sentarnos en una de las mesas que antiguamente utilizaban para amasar el pan y mientras nos tomábamos algo nos fue ubicando en el local, en su tradición y nos desveló el secreto de la tarde: estábamos invitados a elaborar pan de quinoa. ¡Perfecto! Con lo que me gusta a mi hacer pan, el hecho de poder ver cómo lo preparan auténticos panaderos fue un auténtico regalazo.
Entramos con Manolo -el panadero súper simpático que se ofreció a enseñarnos un buen pan de quinoa- en el obrador. Un delantal para cada uno, manos limpias y nos pusimos manos en la masa, nunca mejor dicho. El obrador se comunica con cristales con la tienda, con lo cual los clientes que van a comprar pan pueden ver qué se hace dentro del obrador. Esta transparencia de cara al cliente, a quien no se le oculta qué está comprando, me parece excelente. Y la sensación de estar por una vez al otro lado, verlo todo desde la perspectiva del panadero y no del cliente, fue mágica.
En una de las amasadoras preparó la masa para hacer baguettes, mientras en la otra preparó la masa para los panes de quinoa. Tendríais que sentir el fuerte olor de la quinoa caliente, es algo espectacular. Si no fuera porque en esas amasadoras cabía yo entera y los ganchos daban auténtico respeto hubiera metido la mano para comerme la masa cruda ;)
Además el momento mágico de cuando sacó la masa ya lista, vimos cómo brillaba, hizo el velo perfecto… algo que en casa cuesta horrores de conseguir, allí salió casi sin esfuerzo y en poquísimo tiempo. O será que estábamos tan entretenidos que la espera se nos hizo corta.
Luego nos dieron paso a la mesa de trabajo, donde Manolo nos cortó las piezas para preparar las baguettes y nos enseñó los movimientos para darles forma sin que quedaran apretadas como los tornillos de un submarino. Lo hicimos, con más o menos gracia, pero algo salió. Y allí es donde me di cuenta que no hay nada como la experiencia de largos años preparando pan para convertir algo complicadísimo en algo aparentemente fácil. Quiero decir que verle a él preparar una baguette era ver movimientos sueltos y en pocos segundos tener la baguette formada. Facilísimo. Y luego intentar repetir yo sus mismos movimientos fue como… ¡Dios mío Dios mío! ¿cómo puede ser tan complicado lo que a él le he visto hacer sin apenas despeinarse? La experiencia cuenta, por supuesto.
Los panes de quinoa los cuecen en unos moldes de madera de álamo. Vimos como Manolo los greñaba y, con la pala de madera -me encantan estas palas enormes de madera de panadero de toda la vida- se fueron al horno. Eso fue después de hacernos unas fotos para inmortalizar nuestra experiencia panarra con los panes de quinoa en las manos.
Entonces fue el momento en el que nos sentamos de nuevo en la mesa y nos ofrecieron una merienda espectacular: coca de tomate, coca de escalivada, buñuelos de viento, coca de chocolate, tarta de pera y bebidas. Esta vez, y viendo las estupendas limonadas que preparan aquí, me pedí una sin dudarlo.
A veces creemos que para que una receta sea espectacular tiene que ser complicada, con ingredientes exóticos o todo a la vez. Vale, la prueba de que esto no es así se llama La coca de tomate de l’Obrador. Remei nos contó que esta coca vuela y no me extraña en absoluto. Se nota que usan producto de proximidad y de calidad, porque con ingredientes tan cercanos y tan cotidianos como son el aceite, el tomate, algunas hierbas y por supuesto una buena masa para coca, en el Obrador preparan la que para mi es sin duda la mejor coca que he probado.
Me sorprendieron también los buñuelos de viento. Porque son auténticamente de viento, que no son nada fáciles de encontrar. Los ves y por su tamaño y por experiencias pasadas esperas que cada uno pese un quintal. Sin embargo, tal como coges uno, ya te das cuenta que son ligerísimos. Lo muerdes y, por dentro, su enorme agujero. Repito: parece obvio que los buñuelos de viento deberían ser así pero en pocos sitios los consiguen así de ligeros y sabrosos.
De la coca de chocolate también me llevo un buenísimo recuerdo. Y de la de escalivada… y bueno, en realidad todo lo que nos sirvieron fue excelente. De aquellas veces en las que seguirías comiendo sólo porque todo está riquísimo a pesar de estar totalmente llena.
Y luego llegó el momento de los regalos. El primero fue el libro de La Mesa del Pecado y, como la mayoría de nosotros ya lo teníamos, se sorteó entre los que no. Y le tocó a Manolo, que en un principio no se lo creía de la ilusión que le hizo. No paraba de repetir los buenos platos que iba a preparar gracias al libro.
Lekué nos regaló a todos una fantástica panera de silicona donde podemos mezclar los ingredientes, amasar, reposar y hornear el pan. Todo en el mismo recipiente y sin tener que ensuciar 50 cacharros. ¡Qué contenta volví a casa con mi panera y con el librito de recetas de pan que contenía en el interior de la caja!
Más sorpresas: Castey nos ofreció un lote de productos que para llevárselo creo que hacía falta una carretilla de la cantidad de cosas que llevaba. En este caso fue un sorteo que le tocó a Nuni del blog Cuinetes (sí, nuestros blogs se llaman casi igual y nosotras nos llamamos las dos Silvia. Me encantó poder hablar con ella y darnos cuenta de esta casualidad :D ).
Y finalmente… ¡nuestros panes de quinoa! L’Obrador tuvo la amabilidad de regalarnos a cada uno de nosotros uno de los panes de quinoa que habíamos preparado. Delicioso ese mismo día y seguía delicioso al día siguiente. Por suerte tengo un Obrador cerca de casa y sé dónde puedo ir a buscar más pan de quinoa, ¡menudo descubrimiento!.
Un ratito para las fotos, que siempre hace ilusión inmortalizar los momentos en los que te lo has pasado bien, y finalmente nos despedimos con las manos, el estómago y el corazón bien llenos.
Kris, Margot, Joana y Marina: un placer compartir la tarde con vosotras, chicas!
Muchísimas gracias a Lekué, a Castey y a Larousse por todos los regalos, a l’Obrador por permitirnos pasar la tarde en tan magnífico espacio, a Remei, a Manolo -nuestro panadero particular- y a Margot por haberme invitado a pasar una tarde mágica en tan buena compañía. Entrad a ver sus blogs, no tienen desperdicio:
Margot: Margot Cosas de la Vida
Marta: Instacook
Sandra: Els fogons de la Bordeta
Victor: Pumuky a la cuina
Kris: Quedate a comer
Nuni: Cuinetes
Beth: Tasta Rutes
Laura: Coure Coulants
Joana: Hadas y grumetes
Marga: L?hora del Tàper
Pilar: Cenefas de flores
Marina: La rosquilla de tía Laura