No voy a contaros todo el proceso hasta llegar allí, ni las pruebas por las que pasé... tan solo que fueron días muy intensos, vividos con mucha presión, donde los nervios están a flor de piel.
Como me gusta sacar el lado positivo de las cosas, de ésta experiencia me llevo sobre todo el haber tenido la ocasión de conocer a personas estupendas como a Luis, de My european cakes, maestro entre los maestros y un mejor ser humano, que desde el primer momento me acogió, arropó y me dio todo su apoyo. A Raquel La churretosa, a la que había conocido unas semanas antes y que gracias al concurso he podido comprobar que detrás de esos "churretes de cocholate", se esconde una gaditana con un corazón tan grande como su arte. A Tere, de Casa Tere, excelente repostera que aunque no pasó a la fase final, estuvo en todo momento apoyándome. A Leo y a Ingrid, que están dentro y les deseo toda la suerte del mundo. A Patricia de Sanwichita Making off, con la que he profundizado ya fuera del concurso, a Isabel Mastropietro, una verdadera campeona repostera, a Halima de Cocina mi estilo.
Gracias a éste concurso también he podido descubrir que detrás de ese lado fascinante del mundo de la televisión, hay horas y horas de grabación, comidas a media tarde, pocas horas de sueño... etc.
Desde aquí quiero agradecer el trato recibido por el director del programa Oscar Vegas y al resto del equipo y los redactores.
Dejo para el final mi agradecimiento a los tres mentores, Sergi Vela por darme su apoyo desde el primer momento, Amanda Laporte por su complicidad y a David Pallas, que aunque me lo puso mas difícil, sin su último y definitivo SI, esta experiencia no hubiera sido posible, la única asignatura que me ha quedado pendiente ha sido conocer a Paco Torreblanca pero pienso aprobarla proximamente.
Este es el delantal que me abría las puertas de la Academia del gusto y ésta es mi versión del roscón de reyes de David Pallas tras el cual salí expulsada.
Por lo demás si tuviese que decir qué momento fue el mejor y más emotivo de aquellos días, sin dudarlo sería, cuando ya de vuelta a casa, mientras subia en el ascensor escuchaba los gritos de alegría de mis hijos porque su madre había regresado.... Ese momento no lo cambio por ni mil programas de televisión.