Esta receta es propia de la Isla de Isquia, perteneciente al archipiélago de Nápoles. La más grande de las Islas y si no me equivoco, la más alejada de tierra. Es tremendamente sencilla, solo lleva, hierbas, tomates, ajo y vino blanco. No más. Fantástica
Para cuatro comensales:
1,5 Kg de pollo cortado a trozos
1 cabeza de ajos, que podemos cortarla por la mitad para ponerla en el guiso
Laurel, un o dos hojas
Albahaca fresca, abundante
Tomillo, orégano fresco y romero al gusto
Vino blanco, puede ser un Rueda, Verdejo, Valdepeñas, Aguja. Para este plato no nos sirven los tan queridos Vinos de Jerez y Sanlúcar. Pondremos como 4 ó 5 copas
Sal y pimienta al gusto.
4 tomates maduros, pelados y cortados en trocitos
4 cucharadas de aceite de oliva virgen extra
Hoy voy a intentar ser escueto y conciso, ya que así lo pide la receta. Ponemos a calentar el aceite a fuego medio en un perol y mientras salpimentamos el pollo. Lo saltearemos en el aceite, pero que no tueste, solo sellarlo.
Lo retiramos y añadimos el tomate cortado en trocitos y el laurel. Salpimentamos el tomate y lo dejamos rehogar unos minutos, 4 ó 5. Ahora incorporamos el pollo y el vino con los ajos mirando el corte hacia abajo. El tomillo, el orégano y el romero, lo pondremos en un atadillo. Añadimos la albahaca y tapamos.
Dejaremos reducir la salsa, y si necesitamos añadir un poco de agua, pues se añade sin problemas. Cuando esté tierno, tras unos 40 ó 50 minutos a fuego lento, añadimos unas hojas más de albahaca, apagamos y tapamos unos 5 ó 10 minutos antes de servir. Os sorprenderá.
Llegados a este momento, deciros que, Besos a todas, besos a todos, Besos a, en fin, besos, siempre muchos besos, e intentad ser felices, que es más sencillo de lo que parece.