Para preparar esta receta necesitarás:
8 muslos de pollo
1 cebolla grande
2 dientes de ajo
Unas hojas de menta fresca (unas 12 hojas grandes)
50 ml de aceite de oliva
100 ml de vino blanco
Sal
Colocamos en el vaso de un mortero las hojas de menta y los dos dientes de ajo picados en trozos grandes.
Limpiamos los muslos de pollo y nos aseguramos de que no hay ninguna pluma. Hacemos unos cortes en la piel con ayuda de un cuchillo bien afilado.
Machacamos con el brazo y añadimos el aceite de oliva (guardando un par de cucharadas) y la mitad del vino. Emulsionamos hasta que todo esté bien integrado.
Untamos con la mezcla los muslos por todos los lados y regamos con el resto del adobo. Guardamos los muslos en la nevera y los dejamos como mínimo una hora, aunque lo mejor es dejarlos una noche completa.
Ponemos a calentar una sartén y doramos bien los muslos para sellar un poco la carne por todos los lados. No hace falta que estén muy hechos, solo ligeramente dorados. Reservamos el adobo que ha quedado.
Apartamos los muslos y los reservamos. Echamos un par de cucharadas de aceite en la sartén y bajamos el fuego. Cortamos la cebolla en plumas finas y la ponemos en la sartén, removiendo durante unos diez minutos con un poco de sal hasta que empiece a ponerse tierna.
Añadimos el vino y dejamos que se evapore todo el alcohol. Colocamos encima el pollo y regamos con el adobo que hemos reservado. Tapamos y lo dejamos cocinar a fuego medio durante veinte minutos dando la vuelta al pollo de vez en cuando.
Si la cebolla se empieza a tostar demasiado le añadimos un vaso de agua caliente. Es importante que no le añadamos agua fría porque se cortaría la cocción. Cuando falten cinco minutos destapamos y subimos un poco el fuego.
A la hora de emplatar colocamos un poco de cebolla caramelizada en la base y los muslos de pollo encima. ¡Que aproveche!