Araceli era modista, se ganaba la vida cosiendo para los demás, visitaba las casas de sus clientes un día a la semana y pasaba la mañana entre costuras y dobladillos. Nosotros teníamos la suerte de tener una Singer, preciosa? negra y dorada.
Esas mañanas, el ruido del pedal, la rueda y el vaivén de la aguja entrando y saliendo en la tela inundaba toda la casa. Araceli la utilizaba con maestría y nos hacia bonitos vestidos con las telas que mi madre compraba.
Mi madre? ella las buscaba de bonitos estampados y diseñaba en su mente nuestros vestidos, unos frunces aquí.. unas pinzas allá.. y el cuello redondito? Recuerdo especialmente el que me hizo para la comunión de mi hermano Joaquín, con una tela cuajada de pequeñas flores, me encantaba.
Pero aquel día era especial, Araceli y ella me iban a hacer mi vestido de novia. Con el típico metro amarillo me tomaron las medidas, pecho, cintura, caderas? y partiendo del vestido de mi hermana mayor, día a día, el mío fue tomando forma, las mangas, la cinturilla, el encaje del cuello.. en fin, fue un hermoso vestido sencillo pero elegante, como todo lo que ella hacía.
No me importaba de donde viniese, ni lo que costase, era bonito, era especialmente hecho para mí, a medida, para un día muy importante y creado con mucho amor. Cuando me vio, ya vestida ese día, sus preciosos ojos azules se iluminaron y se sintió orgullosa y feliz?. y no fue por el vestido.
No sabes, como te extraño,
cada hora en la mañana,
cada minuto en la tarde,
cada segundo en la noche.
Beatriz
Como veis hoy no toca receta,ya os contare como hice esta tarta en otra ocasión.