Juro que antes de ayer tenía dieciocho... Lo único que hice fue parpadear {un par de veces} y ahora estoy a punto de entrar en crisis... O al menos, eso he oído. Porque yo tengo mis dudas.
Cuarenta años, ahí es nada. Quizás tengo unos kilos de más y unos centímetros de menos. Más sarcasmo e ironía de la que debiera, menos paciencia de la que me gustaría. Pero si hoy me diesen la oportunidad de volver a los dieciocho, o a los veinte... ¡¡No, por favor!!
Hoy, con cuarenta, me siento más yo, más fuerte, con más ganas. Empezando a vivir la vida, la de verdad. Atrás quedaron los años universitarios, los bebés y los pañales, las incertidumbres y las dudas. Cumplir años es una de las grandes cosas de la vida, pero no te das cuenta hasta que tienes cuarenta. A lo largo de este camino, he aprendido todo lo que sé y, mejor aún, me queda por aprender todo lo que aún no sé. Me conozco cada vez mejor a mí misma, y eso me hace estar cada día más a gusto con la petarda que llevo dentro.
Es probable que mis defectos tengan ya poco remedio, esos vicios y malos hábitos es probable que se queden por aquí pululando. Pero mis virtudes son mayores que antes, porque he aprendido a sacarles partido.
Sigo teniendo mucha inquietud, como cuando tenía dieciocho, tantas ganas de aprender y de hacer cosas. Aunque probablemente ahora tengo más posibilidades de acabar lo que comienzo, he ganado en constancia. Disfruto de lo que me rodea, sin dejar la vida pasar en un pestañeo, sino disfrutándola a sorbitos, como una buena copa de vino.
He cometido millones de trillones de errores, pero también he hecho muchas cosas de las que me siento orgullosa. He aprendido a ocuparme un poco más, y a preocuparme un poco menos {en esto hay que seguir trabajando}. Me he dado cuenta de que todos los problemas tienen solución, y los que no la tienen... pues no son problemas. No todo está escrito, ni definido, ni previsto. Un puntito de caos en la vida puede ser muy divertido...
Estoy segura de que los cuarenta son un punto de inflexión en mi vida. A partir de ahora, viene lo bueno. Feliz cumpleaños, bloguera.
Tarta Red Velvet
Ingredientes:
Para los bizcochos
120 g de mantequilla a temperatura ambiente.
320 g de azúcar.
2 huevos.
2 cucharadas rasas de cacao en polvo sin azúcar.
1 cucharadita de colorante en pasta rojo.
2 cucharaditas de extracto de vainilla.
250 ml de leche.
2 cucharaditas de zumo de limón.
300 g de harina.
1 cucharadita de bicarbonato sódico.
2 cucharaditas de vinagre blanco.
Para el relleno
250 g de queso crema tipo Philadelphia.
250 ml de nata (crema de leche) líquida para montar {35% materia grasa}.
125 g de azúcar glas.
1 cucharadita de extracto de vainilla.
Preparación de los bizcochos:
1. Precalentamos el horno a 180ºC.
2. Mezclamos la leche con el zumo de limón. Reservamos.
3. Engrasamos los moldes que vamos a utilizar, y cubrimos el fondo con papel de hornear.
4. En un bol batimos bien la mantequilla con el azúcar. Cuando estén bien batidos, añadimos los huevos, uno a uno; seguimos batiendo hasta que estén bien integrados. Entonces, le añadimos el cacao en polvo y el extracto de vainilla y mezclamos bien.
5. Mezclamos el colorante con el buttermilk (la mezcla de leche y zumo de limón). Removemos hasta que esté bien disuelto.
6. Incorporamos la harina y el buttermilk en tres veces, alternando uno y otro ingrediente, sin dejar de remover.
7. En un vasito, mezclamos el vinagre con el bicarbonato sódico. Cuando burbujee, lo añadimos a la masa. Inmediatamente (y esto es importante) repartimos la masa en los moldes que vayamos a utilizar e introducimos en el horno. Yo utilicé dos moldes de 22 cm, y necesitaron 30 minutos en el horno. Están listos cuando los bordes del bizcocho se separen del molde y al introducir un palillo, este sale limpio.
8. Desmoldamos y dejamos enfriar completamente los bizcochos sobre una rejilla. Cuando están fríos, los envolvemos en papel film y los guardamos en el frigorífico hasta el día siguiente. Este reposo ayuda a que los bizcochos sean más fáciles de rellenar y de manejar.
Preparación del relleno:
1. Montamos la nata (crema de leche) bien fría con ayuda de unas varillas.
2. Con una espátula, mezclamos el queso crema con el azúcar glas y la vainilla. Vamos trabajando bien el queso, hasta que esté muy bien integrada la mezcla.
3. Vamos añadiendo poco a poco la nata montada (crema de leche), con ayuda de la espátula y movimientos envolventes, para que se desmonte lo menos posible.
4. Ponemos la crema al menos 30 minutos en la nevera, cuanto más fría, más fácil será montar la tarta.
Para montar la tarta:
1. Si es necesario, igualamos los bizcochos. Con los recortes y con un tamiz, es con lo que yo hago la decoración superior.
2. Colocamos uno de los bizcochos sobre el plato de servir. Ponemos la mitad de la crema de queso en una manga pastelera con boquilla redonda {o como os guste}. Yo la he dispuesto en pequeños montoncitos, por toda la superficie del bizcocho, pero claro, la decoración es al gusto.
3. Ponemos el segundo bizcocho encima, bien centrado. Repetimos la decoración con la otra mitad de la crema de queso.
4. Con ayuda de un colador o tamiz, espolvoreamos algunas de las migas de los recortes del bizcocho por encima de la crema.
5. Reservamos la tarta en la nevera un par de horas, para que la crema coja firmeza y no se desmonte al cortar.
Para esta receta he hecho popurrí de muchas fuentes, un poquito de cada casa he cogido...
Un poquito de Alma Obregón, en Canal Cocina
Otro poquito de Rosa de Pemberley Cup and Cakes
Y miles de millones de trillones de recetas más, que he leído y releído, para al fin lograr esta tarta red velvet, que tiene... un poquito de mí...