Carmen
Nombre de mi abuela, de mi blog, bonita y antigua palabra que se hunde y se pierde en nuestras raices, en los origenes de nuestra cultura.
Proviene de:
¿Palabra fenicia, hoy parte de Siria y del Líbano, nombre de una de sus divinidades animista y nombraron por ello del mismo modo al Monte Sagrado donde le rendían culto?
¿Del Hebreo, Carmel?
¿Del latín, Carmen, que significa poema, música, canto, hechizo?
¿Del árabe “Karm” que alude a jardín, huerto, viña?
De lo que sí estoy convencida , es que debido a la presencia árabe en España a lo largo de ocho siglos, el "karm" se fue transformando en "carmen" para definir un tipo de vivienda .
Decir "Carmen" en Andalucia, es decir Granada, ciudad de aromas moriscos, donde las viviendas más tradicionales son los Carmenes; cuyo origen se situa en la época hispano-musulmana, a partir de la toma de Granada y con la expulsión de los moriscos cuando comienzan a proliferar por las laderas de El Albayzin éstas viviendas, jardín y huerto en terrazas, donde los árboles adornan los jardines, decoran, dan sombra y frescura, dan frutos y donde se entrelazan las flores con las hortalizas en un entrañable maridaje, donde se aspiran los penetrantes perfumes de la dama de noche, los jazmines, geranios con acelgas, calabazas, habas y frutas; donde el sonido del correr del agua es música y desde donde se tiene la dicha de contemplar La Alambra y el Generalife, en una noche de luna llena y querer parar el tiempo ya que el corazón no puede permanecer indiferente ante tanta belleza.
Lo pude disfrutar no hace mucho gracias a nuestros queridos amigos Juan de Dios y Loli , a los cuales dedico ésta entrada en "Mi cocina", quienes nos invitaron a cenar en el Carmen: Mirador de Aixa, precioso restaurante, magnifica comida, increíbles y espectaculares vistas y mejor compañía.
Después de tan agradable velada no puedo más que sentir las palabras de D.Miguel de Unamuno: Las lágrimas me subian a los ojos, y no eran lágrimas de pesar ni de alegría, eran de plenitud de vida silenciosa y oculta por estar en Granada.
Uno de los aperitivos era a base de salmorejo de pimientos del piquillo y una de sus especialidades los diferentes formas de preparar bacalao, por lo que me he decidido a preparar éste plato.
¿Cómo lo hice?
Colocar el trozo de bacalao desalado (se puede encontrar en cualquier gran superficie) en una bandeja especial para hornear y regar con un chorreón de aceite de oliva virgen.
Hornear a 200º C durante unos quince o veinte minutos (dependiendo del grosor).
Mientras en un vaso de batidora poner dos o tres pimientos del piquillo (asados en conserva), dos rebanadas de pan, un diente de ajo (quitándole la raiz central), un chorreoncito de vinagre de vino de Jérez, un chorreón de aceite de oliva virgen extra y sal al gusto y pasar procurando que quede consistente (para comer con cuchara). Reservar el salmorejo hasta la hora de emplatar.
Para el gratinado: poner en un vaso una yema de huevo, unas dos cucharadas soperas de mayonesa y una de nata (crema de leche) y mezclar bien.
Una vez el bacalao en su punto, cubrir con la salsa de gratinar y volver a meterlo en el horno hasta que quede doradito.
Servir el salmorejo, el bacalao en el centro y adornar con trocitos de pimiento del piquillo y perejil.
Dale limosna, mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada (Francisco de Icaza)