Por mucho que intentemos planificar nuestras compras navideñas siempre se cuelan productos "de más" a los que hay que ir dando salida.
Y eso se nota en nuestras cocinas virtuales, reflejo de los fogones del día al día y la receta que os traigo hoy es uno de los mejores ejemplos.
Este bizcocho de cava y ricotta es una receta pensada para dar salida a la botella de cava que se quedó abierta en Nochebuena y de paso a una tarrina de ricotta que habíamos comprado en Lidl, sin uso previsto, y que estaba empadronada en una balda del frigorífico.
Aún siendo fruto de la improvisación era una apuesta sobre seguro porque el queso le aporta mucha jugosidad a las masas y el cava mucha esponjosidad.
No es la primera vez que el cava de las celebraciones navideñas termina siendo protagonista en mi cocina virtual.
Hace muchos años mi madre se deshacía de él por el fregadero, cuando llegó mi oposición a que se tirara nada empezamos a usarlo para cocinar, sobre todo pescados (opción muy recomendable para expiar excesos festivos) y cuando tuve el blog el cava ha pasado directamente a formar parte de los postres post navideños.
Que tampoco es que mi madre sea de tirar, pero sabiendo que no se iba a consumir ¿para qué tenerlo a lo tonto ocupando sitio en el frigorífico?
Volviendo a la receta de hoy os diré que es de esas facilonas, que se tarda más en redactarla que en hacerla, que se ensucia poco más que un bol y una varillas y que el resultado es una verdadera locura.
Por muy poca mano que tengáis en la cocina esta receta sale bien seguro.
Y como recompensa, además de hueco en la nevera, que nunca está de más, nos llevamos un bizcocho tierno, jugoso y muy esponjoso para dar un todo festivo y delicioso a desayunos o meriendas.
Por no hablar de lo bien que se conserva. Como recién horneado hasta que lo acabéis. Claro que está tan rico que poco os va a durar ¡puedo asegurarlo!
Y de lo bonito que queda horneado. No hay nada que me guste más que un bizcocho cuya superficie se agrieta y abre al hornearse.
Me parecen preciosos y una marca de lo buenos que están, de lo bien que han subido y por supuestísimo de que son caseros, hechos con ingredientes naturales y sin ningún añadido que le sume a la estética pero que le reste al sabor o a los nutrientes.
Por cierto una pena que el olor no traspase pantallas, porque el aroma que tiene es tan apetecible y mientras se hornea deja un olorcito tan bueno en la cocina que va invadiendo el resto de la casa que es pura tentación.
Si os animáis ya veréis lo mucho que os gusta y que no exagero lo más mínimo.
Por cierto si buscáis más ideas para terminar con vuestros restos navideños (o cumpleañeros) de cava tenéis estos muffins, este bundt marmolado (idealísimo para San Valentín), esta crema con naranja y estos otros muffins con fresas
¡No sabría elegir una única receta con cava entre las que podéis encontrar en mi blog!
Y sin más vueltas, porque esta receta se vende sola, paso a contaros cómo prepararla no sin antes compartir un buen trozo de bizcocho con vosotros.
Ingredientes:
* 100 gramos de margarina
* 3 huevos
* 200 ml de cava
* 250 gramos de queso ricotta
* 120 gramos de azúcar
* 10 gramos de levadura química (impulsor)
* 350 gramos de harina
Elaboración:
1. En un bol ponemos la margarina a temperatura ambiente junto con el azúcar y batimos hasta obtener una mezcla cremosa.
2. Añadimos los huevos de uno en uno y vamos batiendo hasta integrar.
3. Incorporamos el queso y el cava y batimos hasta obtener una mezcla cremosa.
4. Por último añadimos la levadura y la harina y mezclamos hasta que no queden grumos.
5. Forramos un molde alargado con papel de horneary vertemos la masa.
6. Introducimos en el horno precalentado a 180º C y horneamos durante 50 minutos aproximadamente o hasta que al pinchar en el centro con una brocheta de madera esta salga limpia.
7. Apagamos el horno, dejamos cinco minutos con la puerta abierta, sacamos el molde y con ayuda del papel de hornear desmoldamos y dejamos enfriar por completo sobre una rejilla.
Como véis es una receta facilísima de hacer, que no requiere casi tiempo ni un gran esfuerzo.
Para conservarlo os recomiendo que una vez completamente frío lo envolváis en film transparente y lo guardéis en la nevera.
Aunque no haga mucho calor no soy muy amiga de dejar los bizcochos o muffins fuera de ella porque a veces, en menos de lo que esperamos están malos y acaban en el cubo de la basura con el consiguiente mosqueo.
Otra buena alternativa es cortar el bizcocho en rebanadas, envolverlas de forma individual con papel transparente y congelarlas.
Así las podéis sacar de una en una, un rato antes de consumirlas y estará como recién hecho.
Es la primera receta de febrero y vuela al reto 1+/-100, desperdicio 0 de mi amiga Marisa.
Las peques van viento en popa. Elena es una cotorra total y absoluta. La pediatra alucinó el pasado viernes con la capacidad verbal de esta niña que es capaz de mantener una conversación sin problemas, construyendo frases complejas y vocalizando perfectamente.
Y eso que no fue de sus mejores días, temerosa de que alguien le pinchara y estuvo llorando casi toda la revisión.
Por no hablar de todas las canciones que se sabe, te canta y hasta te baila.
Por la tarde, me las llevé a la peluquería. Era el primer viernes que libraba desde octubre y llevábamos desde julio sin cortarnos el pelo.
Nos hemos metido las tres un corte brutal, así nos dura hasta que la cosa esté más tranquila porque a mí me agobia muchísimo todo lo que se sale de nuestras rutinas. Igual soy muy exagerada pero creo que la situación está para dar pocas vueltas por el mundo.
Y poco más. Estoy intentando ponerme al día con las visitas atrasadas a vuestras cocinas pero voy lenta. A ver si lo consigo.
Gracias por seguir ahí una semana más. Espero que la receta de hoy os haya gustado ¡hasta intrusos aparecen en las fotos!
Nos leemos la semana próxima. Sed felices y continuad sanos
Manos a la masa y ¡bon appétit!
Fuente: este post proviene de Los dulces secretos de Cuca, donde puedes consultar el contenido original.
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