INGREDIENTES (4 personas)
500-600 grs de magro de cerdo troceado
Medio pimiento rojo
1 pimiento verde
1 cebolla
Huevo y harina (para el rebozado)
Sal y AOVE
Para marinar el cerdo:
1 cda de salsa de soja
1-2 cdas de aceite de sésamo
1 cucharadita de azúcar
Salsa agridulce:
Vinagre de vino
Maizena
Kétchup
Agua
Azúcar
Yo la seguí al pie de la letra de este gran blog de cocina y salsas. http://www.lassalsasdelavida.com/2012/07/salsa-agridulce-facil.html
Duración: 30 minutos (+ 30 minutos del marinado)
Hay momentos en la vida en los que uno se pone el delantal y se siente especialmente chino. No son muchos, de lo contrario sería pasto de psiquiátrico, pero cuando llegan se agradecen. Siempre había probado el cerdo agridulce de cualquier establecimiento con flota de Vespinos, en esta ocasión me atreví a sacarle todo el jugo a uno de mis platos favoritos de la cocina pekinesa. Sorprende cuando das con el sabor. Y es entonces cuando coges los miles de folletos de tu buzón y los tiras por fin a la papelera. Como bien cantó el montypythiano Eric Idle... "I like chinese".
Lo primero que hay que hacer es dejar marinando el cerdo. En un bol se echa la soja, el aceite de sésamo y la cucharadita de azúcar. Se incorpora el magro de cerdo (que ya estará troceado en tacos) y se mezcla todo bien. Se deja reposar una media hora por lo menos.
Pasado ese tiempo volvemos al tajo. Podemos ir dejando preparada la salsa agridulce. Para ello echadle echáis un vistazo al link, que da muy buen resultado. Con la salsa ya lista, nos ponemos con el cerdo. Como todo buen rebozado con harina de por medio hay que tener cuidado para que la cocina no acabe pareciendo el final de "El precio del poder". Vamos sacando las tajadas del cerdo, las pasamos por huevo y por harina y las vamos friendo en aceite caliente por tandas. Sacamos a un papel absorbente y así hasta terminar con todos las piezas.
Por otro lado troceamos una cebolla, un pimiento verde y medio pimiento rojo (las cantidades van un poco al gusto, como siempre) y lo sofreímos unos 2 minutos en un sartén con dos cucharadas de aceite. Se trata que la verdura quede crujiente por lo que no hace falta pocharla demasiado. Incorporamos el cerdo, lo mezclamos bien con las verduras y por último añadimos la salsa agridulce. Con el fuego bastante fuerte vamos meneando todo el conjunto para que se impregne bien y listo.
Como acompañamiento un clásico de la cocina china: arroz. No me complique mucho la vida porque el cerdo ya tiene un sabor muy intenso. Me decanté por un arroz cocido con guisantes y maíz. Básico y eficaz.
Nada más. Cogéis unos palillos, dais al "play" y China ya está en vuestra mesa...
Película ideal para degustar este plato: "CHINATOWN, Roman Polanski - 1974)
¿Por qué? A juzgar por el título del film y el origen del plato, parecía sensata la comparación. Puede parecer obvio, e incluso facilón, pero intentaré "meter la nariz donde no me llaman" y sacarle todo el jugo posible. Esta monumental obra de Polanski (un cocinero polaco especialmente dotado para aliñar ambientes en sus creaciones, desde el terror de Rosemary hasta el horror nazi de un pianista) es un homenaje en toda regla al cine negro de los dorados 30 y 40. Sienta sus bases en la tradición más purista del género: un detective privado solitario e irónico, una femme-fatale problemática, una investigación que se riza a medida que avanza el metraje y una atmósfera implacable, en este caso marcada por un calor bochornoso. Nuestro plato respira grandes semejanzas. Tenemos un protagonista claro, nítido, un magro de cerdo (Nicholson en su versión cinematográfica) que vive en la tranquilidad de su despacho (o de su macerado) y que ignora por completo los brincos que el destino le depara. La trama policíaca se desata a medida que encendemos el fuego. Los giros y requiebros lógicos de la investigación se ven reflejados en un rebozado, luego la fritura, se añaden elementos nuevos (Faye Danaway, un pimiento rojo pasión; o un John Huston, un hombre-cebolla con demasiadas capas) que van cubriendo a nuestro "detective" y condicionando su esencia. Pero tal vez sea el elemento del agridulce lo que mejor refleje el espíritu de la receta. Un sabor que, como el trabajo de un buen investigador, no termina de definirse. Ama a la mujer fatal pero sabe que es su perdición. Sabe que no debe meter la nariz en según qué asuntos pero se la acaban desgarrando. Es la dualidad contínua del héroe que acabará, de una forma u otra, debatiéndose entre su pasión al oficio o al placer. Una mezcla agri-dulce al fin y al cabo. Con todo, resolvemos un plato que, como la película, supone un rompecabezas perfectamente tejido o cocinado, en el que cada engranaje termina por cuadrar. Todos los ingredientes se entremezclan y marcan para siempre el sabor de cada uno. Si a esto le sumamos la sencillez del plato, como lo era la dirección de Polanski (llana, sin grandes piruetas, mostrando toda la dureza sin agitar ni un milímetro la cámara...) tenemos una receta y un film que cuadran a la perfección. Aspirad su aroma... ¿Lo notáis? Es Chinatown.