Me viene a la memoria aquel día que desde El Palo, donde dejamos nuestro entorno y el calor familiar, nos mudamos a la otra punta de Málaga. ¡¡ Dios !! qué lejos nos íbamos, la zona de Carranque, hasta el nombre sonaba extraño, un lugar que parecía el final de Málaga, más allá de las blancas casas, sólo se veían olivos, trigales y campos llenos de margaritas, amapolas y flores de diferentes colores. ¡¡ Y no se sentía el mar, no llegaba el rumor de las olas ni el olor a salitre ¡!
Nuestra adorable y coqueta casita sería para mis tíos, él era el hermano pequeño de mi padre, Manolo, por el que sentía un especial cariño. Desde allí, en el camión de la mudanza, el camino se me hizo eterno.
Al llegar, el miedo a lo desconocido se volvió ilusión?..piso nuevo, amplio, luminoso, moderno y ocho vecinos a los que pronto fuimos conociendo y sin darnos cuenta, en aquellos años de mediados de los 60, llegaron a formar parte de mi vida sobre todo por la forma de ser de mi madre.
Aquél piso, nuestra casa era un ir y venir, un entrar y salir de vecinas?.cuando no por una cosa, era por otra, la puerta siempre se abría y ella, apoyada en ella o en el quicio recibía a todo el mundo con una gran sonrisa, algo que la caracterizaba.
Ella era más alta que yo, hermosa, desde la altura de mis entonces ocho años era grande? ?.pero más grande era su alma que no le cabía en su cuerpo, un alma sin límites, sin fronteras, era tal su generosidad que no concebía una negación para nadie??era la ternura personificada, sumamente sencilla y generosa como ella sola; daba, prestaba, ayudaba, acogía?.
Durante años, aquel pequeño, limpio y ordenado salón-comedor fue el paso para aquella habitación de costura-sala de estar donde venían a que mi madre le ayudara a hacerse una blusa, coger un dobladillo o a tener un rato de risas y compañía.
Raro era que algunas de las siete vecinas no pegaran para pedir, a falta de tiendas en los alrededores, cualquier ingrediente que les faltara en la cocina; aunque más se notaba el bullicio de las visitas cuando llegó la televisión, durante años, aquel salón fue el cine del pequeño bloque, donde sin comprar ninguna entrada, ni guardar cola, iban llegando las adolescentes o los niños, incluso las amigas de mi madre, en función del programa que emitiesen: Bonanza, Escala en Hi Fi, El Santo, El fugitivo, Viaje al fondo del mar, Cesta y puntos?..o aquel entrañable Reina por un dia?
Llegando al extremo que la chiquillería se sentaba en el suelo, debajo de la mesa y alguna que otra vecina traía su propia silla.
Todos la querían, para todos tenía una sonrisa a flor de piel, un rasgo que definía su bondad. Con el paso del tiempo, de los años, ésas personas que la querían si aún siguen viviendo en aquel pequeño bloque la tendrán en el recuerdo y ella, igual que a mí, a mi hermano y a mi hijo, también les pertenece y aún la llama de su presencia nos acompañara para siempre.
Sobre todo para aquel niño, que aún sin caminar, gateando subía las escaleras y la buscaba, la quería como si fuese su madre, él se llama Manuel, era nuestro "Manolito", tan pequeño al nacer que cabía casi en una mano. Mi madre llegó a ser la madrina y la de su hermana Rocio, de aquel niño al que enseñé a caminar, a leer, que lloraba por estar con nosotros?
La entrada de hoy es para aquellas vecinas, para Manolo y Rocio, para su madre, nuestra querida vecina Rosario, que querían a mi madre como si fuese suya.
Aquellos fueron años felices de mi niñez?llenos de juegos, risas y color.
Hoy juego en mi cocina, dando color a mis platos y sonriendo recordando aquella otra sonrisa que dibujaba los labios de una gran mujer: mi madre.
¿Cómo la he preparado?
Ingredientes para dos personas:
Espaguetis (suelo usar de la marca Gallo al huevo, la cantidad que suelo usar es la que agarrándolos cierro la mano, una vez por cada comensal), un pimiento verde, un trozo de pepino, ocho tomates cherries, un trozo de zanahoria, un trozo de remolacha cocida, dos champiñones, medio paquete de bacon ahumado cortado en tiras (se encuentra en cualquier supermercado), una ramita de albahaca fresca, la cáscara de medio limón, el zumo de un limón, seis cucharadas soperas de aceite de oliva virgen extra, aceite de oliva para cocer los espaghetis, un poco más para freir el bacon y sal.
Los pasos a seguir:
Cortar la zanahoria, el pimiento, el pepino y la remolacha en trocitos finos y alargados.
Cortar los champiñones en láminas y los tomatitos por la mitad.
Cortar la piel del limón (enjuagándolo muy bien previamente) en trozos alargados igualmente.
En un cazo con un poco de agua poner a cocer la cáscara de limón durante dos o tres minutos, sacarlos y dejar escurrir sobre papel de cocina.
En una sartén con un poco de aceite freir el bacon de forma que quede crujiente y que no se llegue a quemar. Escurrir bien y reservar.
Poner a cocer los espaguetis siguiendo las instrucciones del fabricante, en agua con un poco de sal y un chorreoncito de aceite de oliva.
Mientras, en un recipiente echar el zumo de limón y el aceite, salando al gusto y con un colador realizar movimientos envolventes a fin de que emulsionen ambos ingredientes, quedará casi como una crema.
Cuando los espaguetis estén "al dente", pasarlos por agua fría y escurrirlos bien pasándolos a un cuenco incorporándole la emulsión del limón y aceite, removiendo bien a fin de que quede la vinagreta impregnada en la pasta.
Añadir la verdura, la piel de limón cocida y la albahaca, removiendo bien todo el conjunto.
Por último colocar el bacon sobre la pasta y adornar con una ramita de albahaca.
Un plato lleno de color, sano, refrescante, fácil, rápido de preparar, asequible al bolsillo?..una forma divertida de comer pasta, de introducir en ella verduras e ideal para éstos días que se presentan calurosos y relajantes.
Buen fin de semana y buen provecho.