El lugar es pequeño y sin nada que llame la atención en su interior. Simplemente cuidado, limpio y acogedor. Con una pequeña terraza a la entrada que da a una plaza pequeña.
Y ahora, vamos ya a lo que de verdad importa, la comida. Consta de dos menús degustación, uno más corto de 45 euros y otros más largo de 70 euros. Y por si esto nos pareciera poco, también nos dan la posibilidad de pedir a la carta. Destacar que en en el precio de ninguno de los menús se incluyen las bebidas y el pan, que habrán de abonarse adicionalmente (aunque esto, ya no es ninguna novedad cuando de un estrella Michelín hablamos).
En nuestro caso decidimos pedir el menú largo, ya que es el más representativo del chef y está compuesto de unos 16 platos en total. Todo empieza con unos fantásticos aperitivos a los cuales le siguen unos cuantos platos de pescado para finalizar con uno de carne previo al postre. En mi caso, nunca me gusta desvelar demasiado los platos de un restaurante de estas características, ya que la verdadera experiencia es disfrutar de las sorpresas que nos depara cada uno de ellos. Sólo destacaré tres: el gazpacho de manzana, la vieira y el pichón.
Además de el menú, decidimos acompañarlo con maridaje de vinos, el cual tienen un precio a mayores de 45 euros, pero lo cierto es que merece la pena ya que la sumiller te explica muy bien el por qué del vino que te pone para acompañar cada plato.
Por último, y antes de pasar a la calificación final, me gustaría destacar el buen trato del personal.
CALIFICACIÓN FINAL:
Servicio: 9/10
Comida: 8/10
Relación calidad precio: 7/10
Situación: 10/10
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