Hasta hace no muchos años, y a pesar de tratarse de una bebida muy popular, la cerveza no disfrutaba del mismo estatus que el vino o la ginebra, por ejemplo. Su calidad no era tan relevante y, de hecho, el conocimiento sobre las diferentes marcas y orígenes distaba mucho del que teníamos sobre el vino, o sobre los aderezos más convenientes para una ginebra. Por fortuna, esta desigualdad se está mitigando gracias a un renacido interés por esta bebida impulsada, principalmente, por su versión artesanal. Dicha tendencia no ha pasado inadvertida para numerosos fabricantes que, con una especial relevancia en España, han comenzado a elaborar diversas variedades de artesanas que están encontrando sus consumidores en cervecerías, tiendas especializadas e, incluso, supermercados. Incluso cerveceras con gran implantación entre los consumidores en el mundo de la industrial se han animado a abrir una línea de producto artesanal. Un estudio asegura que el sector de las artesanas en nuestro país crecerá casi un 40% este año. Muchos incluso se han atrevido a hacerlas en casa, una afición muy práctica si te encuentras entre los amantes de esta bebida.
Fuente: Pixabay
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Agua, malta, lúpulo y un poco de azúcar. Esto es todo lo que se necesita para elaborar nuestra propia cerveza artesanal. Una vez tengamos todos los materiales e ingredientes estaremos un paso más cerca para sorprender a nuestros amigos. ¿Qué mejor detalle que organizar la partida perfecta de cartas, preparar unos aperitivos y acompañarlos con una cerveza ligera, sana y natural. Las variedades que podemos obtener son múltiples, y he aquí una de las grandes ventajas de la elaboración casera: podemos adaptar la producción a nuestros gustos. Más amarga, más ligera o menos cítrica. Las posibilidades son numerosísimas. Los cambios más sustanciales en el sabor los obtendremos, en primer lugar, con la combinación de distintos tipos de malta y de lúpulo. El tiempo y la temperatura también son factores clave en la elaboración.
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Ya que nos ponemos a ello, vamos a ver qué necesitamos para elaborar 15 litros, y los pasos a seguir. Para empezar, los ingredientes: 30 litros de agua sin cloro, 4,5 kilos de malta de cebada, 25 gramos de lúpulo, un sobre de levadura especial para hacer cerveza y azúcar. Lo primero que vamos a hacer es cocer la malta de cebada en agua. La proporción es de 3 litros de agua por cada kilo de malta. La temperatura del agua durante la cocción, que durará hora y media, deberá de ser de entre los 67 y los 70 grados. Es importante remover la mezcla con frecuencia para evitar la generación de grumos. En este proceso el almidón se convierte en azúcar, lo que deviene en el mosto. Este es el momento en el que aparece el lúpulo (la flor de la planta del lúpulo), que es lo que da el aroma y el amargor al mosto. Otra ventaja añadida de esta flor es que protege la mezcla de mohos y bacterias. La producción de esta planta está curiosamente concentrada en una localidad leonesa, Carrizo de la Ribera, donde se elabora más del 90% del lúpulo que utiliza la cerveza española. Una vez finalizado el tiempo de cocción, deberemos esperar a que se depositen en el fondo los residuos que se han generado.
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A continuación deberemos hacer la fermentación, pasando el mosto a una olla (un bidón o una nevera de camping también vale). En este punto es muy importante que la mezcla se enfríe lo más rápido posible. Será conveniente usar recipientes y coladores (en caso de usarlos) que hayan sido previamente enfriados con hielo. Ahora añadimos la levadura para que el azúcar del mosto se convierta en alcohol. No es suficiente, sin embargo, la levadura para que se produzca la fermentación: es necesario que el recipiente tenga un orificio por el que salga el aire pero que no permita que entre. Un globo de plástico pinchado puede servir para esta finalidad. Colocaremos el recipiente en una habitación con una temperatura de 20 grados y oscura. Después de alrededor de diez días, podremos comprobar el estado de la mezcla, que deberá ser una cerveza, aunque todavía sin gas, que obtendremos en el siguiente paso a partir del azúcar.
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Ahora debemos pasar la mezcla a otro recipiente, donde limpiaremos la capa de levadura resultante del proceso de fermentación. Después, hacemos un almíbar (calentando azúcar en un poco de agua) y añadimos al recipiente con la mezcla con una proporción de 8 gramos por litro de agua aproximadamente. Debemos remover con suavidad y evitando que el líquido entre en contacto con el aire para que no se oxide. Ahora viene el proceso de embotellado, momento en el que la mezcla obtendrá finalmente el gas. Esperaremos otros diez días con la cerveza en las botellas (no en la nevera, ya que el frío podría afectar a la levadura) para abrir una ellas: si tiene gas, todas las demás lo tendrán. Si no, esperaremos dos días más para volver a hacer la comprobación. ¡Por fin estamos listos para degustar nuestra propia cerveza en casa!
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