El vino en nuestros hogares
El consumidor español ya está preparado para conocer y discutir las calidades y propiedades de un vino, lo que se pretende ahora es introducirle en la cultura del recipiente. La copa no es sólo el receptáculo último del vino, sino un importante instrumento para comunicarlo a los sentidos humanos. Es, por tanto, el medio natural para la cata y el consumo diario, pero ¿cuál debemos emplear para cada uno de los caldos que pueblan nuestra geografía?Grandes creadores del sector del vidrio como Georg Riedel, fabricantes como Royal Leerdam o los austriacos de Spiegelau, han estudiado las necesidades de cada tipo de vino, creando copas que ensalzan las virtudes de cada uno de ellos, aunque se siguen olvidando las necesidades del consumidor final.
Con el paso del tiempo los creativos han conseguido desarrollar productos de uso diario que pueden aglutinar todas las variedades de copa en una, excepto en el caso del cava, que por sus propiedades innatas, exige un formato mucho más especial y estilizado.
Adaptándose a las nuevas necesidades
Con esto no se pretende despreciar los modelos pensados en exclusiva para cada uno de los tipos de vino, todo lo contrario. El problema es que en la actualidad, el reducido espacio del que disponemos en casa obliga a integrar varios modelos en uno solo.Tenemos que conseguir llevar la excelencia y variedad de nuestros caldos a cada uno de nuestras casas sin penalizar el espacio disponible. Es del todo imposible para un hogar normal disponer de tal variedad de gama, ya que existen tantos tipos de copa como variedades de vino.
Una propuesta
Agustín Guerola, responsable de ventas de Proximity, recomienda un tipo de copa denominado 'tempranillo', con una capacidad entre 41 y 45 cl. facilita el consumo y cata de casi toda la variedad de vinos.La amplitud de la boca, cerrándose hacia su interior, permite que los aromas se desarrollen en plenitud. Jamás debe cerrarse en demasía para evitar la concentración de los olores que provocaría una exhalación masiva y no progresiva.
Las formas un tanto angulosas en la parte inferior del cáliz permiten que en el proceso de decantado, el vino inicie un leve movimiento de rotación, lo que nos permitirá, una vez servido, apreciar en su plenitud la intensidad, el color, la apariencia y el brillo.
Al crear un tallo de dimensiones tan elevadas, se consigue que la rotación de la copa, aún para el más inexperto de los aficionados, sea de extrema facilidad. Los aromas se desarrollarán plenamente y las lágrimas glicéricas aparecerán en toda su intensidad.
Finalmente, la finura del vidrio, permite que nuestro paladar se comunique con el líquido de forma inmediata, potenciando los sabores del mismo.