Hace varias semanas que no traía una propuesta dulce al blog. Y es que tampoco se puede abusar y excederse con los dulces. En casa los tomamos con moderación y procurando aprovechar alguna reunión en casa o fuera para llevarlos. Los flanes son de esos postres clásicos que suelen gustar a casi todo el mundo. Ese tipo de postres junto con las natillas, arroz con leche, pundin ....que no suelen faltar en los restaurantes tradicionales. Ya son varios los que tengo publicados, el de leche condensada, el de queso, y muchos más de ron, chirimoya, chocolate, turrón, polvorón o de castañas. Ya veis que el repertorio que tengo publicado de flanes es bastante grande. Y hoy una mezcla de los dos primeros. Un flan que cuando lo pruebas no parece que lleve queso, salvo al final del bocado donde se nos quedará ese saborcito a queso. Vamos con la receta que es bastante sencilla.
INGREDIENTES (para 5 flanes pequeños y uno grande):
Un bote pequeño de leche condensada (aprox. 390 gr.)
200 gr. de queso crema
4 huevos grandes
500 ml. de leche (normalmente en estas elaboraciones se pone leche entera, aunque yo esta vez le puse semidesnatada)
Para el caramelo:
6 cucharadas de azúcar
2 cucharadas de agua
Un chorrito de zumo de limón
PREPARACIÓN:
Lo primero que haremos será preparar el caramelo (podéis ponerlo del comercial). En un cazo ponemos el azúcar y el agua, añadimos unas gotas de zumo de limón. Y dejamos a fuego lento hasta que adquiera un bonito color dorado, en cuanto lo consigamos añadimos a los moldes para caramelizarlos. Lo hacemos con rapidez para evitar que se endurezca, aunque las gotas de zumo de limón evitarán que lo haga tan rápido.
Con una batidora batimos el queso junto con la leche condesada, después añadimos la leche y seguimos batiendo hasta integrar. Por último añadimos los huevos y terminamos de batir. Vertemos la mezcla en los moldes. Introducimos en el horno que habremos preparado de la siguiente forma. Encendemos a precalentar a 180º y ponemos una bandeja con agua (para hacer el baño María). Introducimos los moldes dentro de la bandeja, evitando que les llegue el agua hasta arriba y horneamos hasta que estén hechos. Los pequeños tardarán unos 40 o 45 minutos y el grande estará sobre una hora. Cuando salen del horno se mueven un poco, dando la impresión de que no están terminados, pero al enfriarse veréis que están terminados, aunque podéis comprobar con una brocheta para ver si ésta sale limpia. Dejamos enfriar y luego llevamos al frigorífico hasta la hora de servir. Desmoldamos con la ayuda de un cuchillo y servimos.
Podéis tomarlos también acompañados de algunos frutos rojos que combinan a la perfección. De cualquier forma están riquísimos. Con ellos os dejo esperando que paséis un feliz miércoles.
Lidia.
Fuente: este post proviene de Atrapada en mi cocina, donde puedes consultar el contenido original.
¿Vulnera este post tus derechos? Pincha aquí.
Modificado: