¡Ya estoy aquí!
Madre mía, ha pasado más de un mes en el que he tenido el blog abandonado :(
Me sabe fatal haber estado off todo este tiempo, tanto de vuestras cocinas como de la mía propia. Pero no penséis que me he olvidado de todos vosotros, al contrario, estoy deseando ponerme al día y volver a escribiros viendo vuestras deliciosas recetas.
Pero entenderéis que cuando la cabeza no está donde tiene que estar, se te quitan las ganas de todo. En este caso, el problema ha surgido en el trabajo.
El mes pasado nos dieron una mala noticia sobre ciertos cambios que podrían producirse de cara al año que viene y que nos repercutirían negativamente en la calidad de nuestro trabajo. El más grande de todos me afectaría a mí en el caso de cumplirse.
Estamos luchando para que eso no ocurra, pero a veces te quedas con la incertidumbre de hasta dónde puedes llegar o qué es lo máximo que puedes hacer para pedir o exigir algo que crees justo y necesario, cuando la última palabra la tienen los que están allá arriba, en las altas esferas.
Yo no pierdo la esperanza, y espero y deseo que todo se quede como está y no cambie nada por el bien de todos, pero sobre todo y pensando por una vez en mí, por mi bienestar y tranquilidad.
Así que estas últimas semanas no he podido quitármelo de la cabeza, dejándome sin ganas de cocinar o publicar. El viernes, después de la visita del inspector y con la buena sensación de que estaba de nuestro lado y entendía nuestra situación, me fuí a casa más tranquila, y lo primero que hice fue buscar una receta que me alegrara la vida y el paladar.
Así que encontré esta en mis marcadores, y no lo pensé dos veces. De hecho, tenía dos versiones de la misma tarta que os las dejo ya que me han ayudado a aclararme más con la receta, cogiendo un poco de una y un poco de otra.
¿El resultado? Espectacular. Mira que me gusta el limón pero qué poco lo uso como protagonista de los postres. Pero esta tarta me sorprendió de lo fácil que es y lo rica que queda. Tiene el sabor justo de limón y de dulce para que no quede nada empalagosa, sino más bien suave. Y lo que más me gustó sin duda fue lo esponjoso que queda el relleno, nada duro, con una textura muy suave que casi se deshace en la boca, como si fuera un cheesecake.
No sé cuántas veces he repetido la palabra suave pero es la mejor palabra que define a esta tarta.
Y si no que se lo digan al catador, que se comió dos trozos de una sentada :)
La receta original la saqué de estos dos blogs: Con tu pan te lo comas y Mis recetas dulces y saladas.
Os la dedico a todos vosotros por estar ahí siempre.
Ingredientes:
Para el relleno:
1 bote de leche condensada pequeño (390 gr.)
Zumo de 1 limón grande
Ralladura de medio limón grande
3 huevos
Para la base:
1/2 paquete de galletas digestive (12 galletas, unos 200 gr.)
50 gr. de mantequilla
1 chorrito de leche
Elaboración:
Empezamos preparando la base. Colocamos papel vegetal en la base de nuestro molde desmontable. Yo usé uno pequeño, como de 18 cm. Engrasamos los costados del molde con mantequilla. Trituramos las galletas y en un bol les añadimos la mantequilla previamente derretida unos 30 segundos en el microondas. Mezclamos e integramos bien hasta que se quede una mezcla compacta. Echamos un par de chorritos de leche para que la mezcla se quede más manejable y no tan seca y se rompa. Colocamos la mezcla en la base del molde procurando forrar también los lados y aplanando con los dedos para que se quede todo uniforme.
Precalentamos el horno con la parte de abajo y arriba encendidas a 160º. Reservamos el molde con la base de galleta en la nevera mientras preparamos el relleno. En otro bol, echamos las yemas separadas de las claras. Añadimos la leche condensada. Exprimimos el limón y echamos el zumo al bol, junto con la ralladura del medio limón. Procurad rallar sólo la parte amarilla ya que la blanca es más ácida y fuerte.
Mezclamos suavemente y montamos las claras. Cuando las tengamos, añadimos a la mezcla removiendo con movimientos envolventes. Vertemos esta mezcla a nuestro molde y lo horneamos unos 40 minutos. Pasado el tiempo, apagamos y comprobamos con un tenedor si está cuajada por dentro. Sacamos y dejamos enfriar a temperatura ambiente. Una vez fría, convervamos en la nevera hasta el momento de consumir.