Y cuál fue mi sorpresa cuando me percaté de que ¡¡no estaban editadas!!
¡¿Una receta dulce y no la había publicado en el blog?!
¡¡Imposible!!
Si aún fuera salada lo entendería, pero si algo me caracteriza es que por mis venas corre sangre dulce a borbotones.
No es un secreto que adoro el dulce. Para mí es uno de esos pecados en los que adoras caer en la tentación. De los que no necesitas que nadie te tiente demasiado. Y de los que, cuando pecas, disfrutas del momento. Lo demás ya llegará.
Pero lo cierto es que mis hábitos frente al azúcar han cambiado. Antes siempre había algo dulce en mi cocina. No faltaba una tarta casera, alguna tableta de chocolate, algún postre, etc.
Pero últimamente ocurre lo contrario. Si el dulce campa en mi cocina es por alguna razón especial, y si no, intento disfrutarlo fuera de casa, como capricho.
Hasta el tipo de postre que elegiría ahora ha cambiado con respecto a años atrás. Justo lo pensé cuando ví esta tarta.
Recuerdo cuándo la preparé, y recuerdo lo deliciosa que estaba. Para ser de chocolate blanco no estaba nada empalagosa, sino que tenía una textura suave y cremosa.
Pero sí tuviera que preparar una tarta ahora mismo, me decantaría por una de chocolate negro sin duda. Me he vuelto fan aférrima de esta variedad de chocolate, y los otros ya no me parecen tan atractivos en cuanto a sabor se refiere.
Siento que he ido perdiendo interés por las recetas demasiado dulces y sobrecargadas. Ahora me decantaría sin pensarlo por algo más sencillo pero intenso, de poca cantidad pero con mucha calidad, y si lleva chocolate negro ya me haces la más feliz del mundo.
Creo que es un reflejo de cómo la vida te va moldeando poco a poco. Con el paso del tiempo cambian tus prioridades, tus ideas, tu forma de pensar, tus preferencias...hasta tu paladar!!
Pero bueno, aún así, es una tarta que vale la pena probar. Si os gusta el chocolate os va a encantar, y si ya os pirra el blanco, preparaos para que se os haga la boca agua.
Qué pena que no pudiera hacer foto del corte, pues tenía invitados en casa y la tarta merecía ser presentada entera, jeje, pero aún así, podéis ver la receta original en el fabuloso blog de Cocinando con Kisa. ¡Cualquier receta suya es un éxito seguro!
Ingredientes:
Para la tarta:
250 gr. de queso mascarpone
250 gr. de queso Philadelphia
200 ml. de nata (crema de leche) para montar
150 gr. de chocolate blanco
1/2 paquete de galletas Digestive
50 gr. de mantequilla
Para decorar:
80 gr. de chocolate negro
30 gr. de mantequilla
Fideos de chocolate
Elaboración:
Lo primero que haremos la base de galleta. Para ello, trituramos las galletas y mezclamos con la mantequilla a temperatura ambiente para que quede todo bien integrado. Yo suelo meterla unos segundos al micro para que se deshaga rápido y así poder mezclarla con la galleta. Una vez la tengamos, forramos la base de un molde de unos 20-24 cms y reservamos en la nevera.
Para el relleno, derretimos el chocolate blanco en el micro. En la jarra de la batidora, vertimos los dos tipos de queso y el chocolate derretido y batimos todo bien para que nos quede una crema. Reservamos.
En otro recipiente, montamos la nata (crema de leche) y la añadimos a la crema anterior con movimientos envolventes. Una vez mezclada, vertemos a nuestro molde cubriendo la base de galleta, intentando que se asiente bien y alisando la superficie con una espátula.
Calentamos el chocolate negro en el micro con la mantequilla, y una vez derretido, mezclamos bien con la mantequilla. Metemos en una manga pastelera y vamos decorando la tarta haciendo rayas o como más os guste. Cuando acabemos, decoraremos los bordes con los fideos de chocolate.
Por último, reservamos la tarta acabada en la nevera hasta el día después en que podemos degustarla.