Y es que no me cansaría de esos pequeños grandes placeres que nos ofrece esta época del año, como son los largos días de sol, las noches sin hora de vuelta, los paseos por la playa al atardecer, las terrazas y sus cervezas bien frías, los gazpachos de mi madre, la ropa ligera y llena de color...
Y es que las demás estaciones también tienen su encanto, pero no nos engañemos, el verano saca lo mejor de nosotros.
Por no hablar de los clásicos, como es esa canción que cantas y cantas y no te cansas de bailar, los anuncios de helados y viajes, las fotos en la playa de vacaciones...
Y en mi casa, a parte del gazpacho que ya he dicho, hay otros clásicos en la cocina que mi madre se encarga de que no falten nunca.
Uno de ellos es esta tarta, a la que tenía que haber añadido en el título de mi madre, porque nunca he visto ninguna parecida, pero que en mi casa se ha hecho desde que yo tengo uso de razón.
Es una tarta fría a base de natillas y galletas, que a simple vista no parece ni bonita en la presentación, pero no os dejéis llevar por las apariencias, pues su sabor es delicioso.
Me faltó hacerle una foto al corte, pero cada vez que me acordaba lo dejaba para más tarde. ¿Consecuencia? Me acabé la tarta yo sola y la foto brillaba por su ausencia.
Así que hoy la comparto con vosotros, recién sacada de la nevera y lista para servir. Espero que os guste tanto como a mí. ¡¡Es tan fácil que será un peligro tener esta receta muy a mano!!
Ingredientes:
Leche
Azúcar
Cacao en polvo (yo uso Nesquik)
Galletas María
1 sobres de natilla
Elaboración:
Primero preparamos la natilla de chocolate. Para ello, preparamos 1/2 vaso de leche que echaremos en un cazo a calentar a fuego medio, al que añadiremos 4 cucharadas de azúcar y 4 de Nesquik. Echaremos también 1 cucharada de natilla poco a poco, e iremos removiendo con la barilla. Aumentamos el fuego hasta conseguir que la natilla espese, pero tampoco será necesario que nos quede demasiado espesa, más bien como la textura de una nata (crema de leche) líquida o una bechamel. En un recipiente hondo y redondo, cubrimos la base con la natilla de chocolate, y reservaremos parte para ir haciendo las capas más tarde.
Vamos con la otra natilla. Preparamos otro cazo a calentar, y en otro 1/2 vaso de leche echamos el resto de sobre de natilla y removemos con la barilla para eliminar los grumos antes de verter en el cazo. Una vez lo tengamos, lo echamos en el cazo, añadimos 2 cucharadas de azúcar y removemos hasta conseguir que espese también. Si os queda demasiado espeso agregarle más leche y listo.
Preparamos un bol con leche para remojar en él las galletas, y con nuestra base de chocolate preparada, pasamos ligeramente las galletas por la leche y las vamos colocando encima.
Ahora echamos una capa de natilla normal y cubrimos las galletas. Volvemos a hacer una capa de galletas y volvemos a cubrir con chocolate. Seguimos con una capa de galletas, luego de natilla normal y para finalizar y adornar la tarta, mezclamos lo que nos quede de las dos natillas (si quedan grumos se cuela para que queden líquidas) y echamos por encima.
Metemos en la nevera y dejamos enfriar hasta el día siguiente. Se hará la espera larga, lo sé, pero creédme, vale la pena.