Como no podía ser de otro modo tras quedarme con ganas de recolectar
arándanos el fin de semana, me decidí a comprar una cajita en la frutería.
Ya sé que no es igual, primero porque éstos son cultivados y su sabor
no es tan intenso. Además, el hecho de buscar frutos del bosque,
recogerlos y traerlos a casa es para mí un placer, un pequeño
ritual que me hace sentir más cerca de la vida sencilla y natural.
No hice mermelada: demasiado laborioso para un fruto de supermercado.
Pero sí utilicé algunos arándanos para elaborar sirope con que dar
sabor a una sencilla panna cotta que le encanta a mi hijo Javier.
Yo los tomé tal cual con requesón y azúcar glass: me gusta ese
contraste de texturas y el punto ácido que aporta
el arándano con su piel.
Este año volveré a quedarme sin mermelada casera.
Suelo hacerla de moras que recojo cuando voy en verano a mi
pueblo, pero este año no he podido acercarme a mi tierra.
Existen en el mercado mermeladas muy buenas pero incluso las
que se encuentran en la sección gourmet, no superan a las
hechas en casa.
Quienes hacéis o habéis probado las mermeladas caseras
sabéis de lo que estoy hablando, ¿verdad?