Pero, como el invierno va avanzando, la temporada de esta fruta está ya tocando a su fin y las frutas ya no son igual de jugosas que al principio. No quería despedirme de ellas sin usarlas para cocinar algo; esta vez ha sido un bizcocho. El año pasado hice mermelada (podéis verla aquí: mermelada de mandarinas)
Este bizcocho tiene la miga ligeramente húmeda, como casi todos los que incorporan fruta. Es muy jugoso y aguanta así durante más días que los "secos", precisamente por ese extra de humedad que le aporta la pulpa de la fruta. El toque crujiente lo aportan las semillas de amapola que, además, nos aportarán ácidos grasos insaturados (omega 3 y 6), minerales fundamentales para nuestra salud, como el calcio y el magnesio, vitamina A y fibra.
3 mandarinas
3 huevos
120 gr. de queso para untar (philadelphia o similar)
120 ml. de aceite de oliva
200 gr. de azúcar
300 gr. de harina
1 sobre de levadura
3 cucharadas de postre de semillas de amapola
Precalentamos el horno a 170º.
Pelamos las mandarinas, le retiramos la hebra interior más gruesa y las trituramos.
Con My Cook: 1 minuto, velocidad 7.
Con cualquier otro accesorio de cocina, hasta que quede un puré más o menos fino.
Ponemos la mariposa en la cuchilla de la My Cook e incorporamos el resto de los ingredientes, salvo las semillas de amapola (la harina, si es posible, previamente tamizada) y mezclamos, 3 minutos a velocidad 7, para que quede una mezcla bien espumosa.
Si lo hacemos con una batidora normal, iremos incorporando al puré de mandarinas todos los ingredientes, poco a poco, en el orden que están enunciados y cuidando de que el ingrediente esté bien integrado en la masa antes de incorporar el siguiente.
Mezclamos las semillas de amapola con el resto de la masa, pero ya manualmente, para que no se trituren.
Engrasamos un molde apto para horno, volcamos en él la masa y horneamos unos 45 minutos, calor arriba y abajo, hasta que, al pinchar con un palito, este salga seco.
Para desmoldarlo con éxito, es conveniente que el bizcocho sea haya templado un poco; de otra forma, podríamos romperlo.
Cuando esté templado, pasamos un cuchillo (o un utensillo de silicona, casi mejor, para no rallar el molde) por los bordes para que el bizcocho se separe un poco de las paredes y lo abrimos, si se trata de un molde desmontable. Una vez quitado el aro, con cuidado, pasamos de nuevo el cuchillo para separar el bizcocho de la base y ¡voila!: un delicioso bizcocho para desayunar o merendar.
Es mi tercera aportación al #proyectobizcochowebos
Yo no puedo cocinar un bizcocho a la semana porque me gusta hacer otros dulces y, por suerte, no consumimos tantos en casa. Con un dulce a la semana, sea bizcocho o no, vamos servidos. Pero me gusta esta iniciativa porque me está ayudando a hacer bizcochos un poco diferentes y a pensar más qué tipo preparar para la próxima. Ya tengo pensado cuál será el siguiente, que llevo mucho tiempo con ganas... Una pista: será del mismo color que este de hoy con el que os deseo un muy feliz fin de semana.