Particularmente no me gustan ni las cabrillas ni los caracoles. Soy incapaz de llevarme uno a la boca, pero a mi familia sí que les gustan, así que yo no tengo ningún reparo en cocinarlos, aunque éso sí, sin probarlos. Ellos son los que me indican si están en su punto.
Esta receta me la transmitió la abuela de mi marido, que a su vez la recibió de su suegra que regentaba una venta en las afueras de la ciudad.
Ingredientes:
1 kilo de Cabrillas
150 grs. de Chorizo
200 grs. de Jamón Ibérico
2 cebolla mediana
6 diente de ajo
3 Tomates triturados
1 guindillas (si se quiere)
1 Vaso de Vino Manzanilla
2 Cucharadas de Especias para Caracoles
Aceite de Oliva Virgen Extra
Perijil
Sal
Las cabrillas, al igual que los caracoles, hay que dejarlos ayunar durante un día para que suelten las impurezas. Para ello se dejan en un recipiente que esté ventilado (puede ser un colador grande) y tapado.
Después del ayuno se lavan varias veces bajo el grifo.
A continuación se meten en una olla y se cubren de agua fría. Se ponen a fuego lento procurando que hierva despacio, hasta que todos estén fuera de las conchas (si el fuego está fuerte, se esconden dentro de ella y no salen).
Dejar hervir unos diez o doce minutos, apartar del fuego y tirar el agua.
Lavarlos de nuevo y reservar.
Picar la cebolla, los ajos, el jamón y el chorizo.
En una cacerola poner a calentar el aceite y refreír en él la cebolla y los ajos picaditos.
Cuando estén refritos añadir el jamón y el chorizo, darle unas vueltas e incorporar el vino, el tomate triturado las especias, el perejil y las cabrillas.
Dejar hervir a fuego medio durante una media hora. La salsa tiene que quedar espesita.
Se come con pan blanco para mojar en la salsa.