La búsqueda actual de una alimentación sana y natural ha llevado a que determinados productos y alimentos se demanden más. Es el caso del kéfir, un gran desconocido para muchos pero mencionado habitualmente en foros de alimentación y dietética. Pero, ¿qué es exactamente el kéfir?, ¿para qué se usa?, ¿qué beneficios aporta?...
La dietista-nutricionista Marta González Caballero nos cuenta que el kéfir, “es un producto lácteo cremoso originario de la región del Cáucaso”. Aunque su textura es muy parecida a la del yogur, no hay razón para confundirlos porque el proceso de fermentación de ambos es distinto: “el kéfir fermenta la leche mediante una reacción lacto-alcohólica y el yogur a través de una reacción láctica”, nos aclara la experta.
Conociéndolo más a fondo
Unos de los más consumidos y conocidos es el kéfir de leche, es decir, aquel que se fermenta en la leche. Pero no es el único tipo que existe. También está el de agua que, como su nombre indica, fermenta en este liquido; y, el menos conocido, el de kombucha. La experta nos comenta que éste “se trata de un té endulzado elaborado por fermentación de una colonia de microorganismos denominada ‘colonia kombucha’ formada por el Bacterium xylinum y varias levaduras”.
Los beneficios del kéfir son múltiples. El de agua, por ejemplo, es apto para las personas con intolerancia a la lactosa puesto que no necesita de leche. Pero también el de leche puesto que “descompone ésta en nutrientes más simples y la hace más digestiva y tolerable”, apunta González Caballero. Además, es aconsejable contra el estreñimiento, regenera la flora intestinal y combate las bacterias perjudiciales del sistema digestivo. Por si fuera poco, sólo “contiene 60 calorías por cada 100 gramos y su índice glucémico es bajo, de 35”, apunta la especialista.
Usos culinarios
El de leche, sobre todo, es usado por muchos en la cocina. Es fácil de almacenar y muy barato. La tradición hace que se regale, pues es un fermento que se regenera fácilmente, y, si se conserva bien, dura mucho. El aspecto que tiene es similar al de la coliflor. Sólo hay que echar un cuarto de litro de leche (lo más fresca posible) en un bote de cristal con cierre hermético, y un puñado de kéfir, cerrarlo y ponerlo en un estante a temperatura ambiente y, a ser posible, sin que le de la luz directamente para que fermente mejor.
Pasadas veinticuatro horas, se cuela y se toma. Cuánto más tiempo se deje fermentando, tendrá un sabor más agrio. Para acelerar la fermentación, se le puede poner en un lugar más cálido, al igual que si se le pone en la nevera, se retrasará. En cuanto a la forma de degustarlo, hay quien lo toma tal cual, a modo de yogur, con o sin azúcar. Pero, además, “con ese líquido que se obtiene después de colarlo pueden prepararse batidos con hortalizas, frutas, con germen de trigo y miel. Y se utiliza también para la elaboración de crema de queso”, destaca la dietista-nutricionista.
Tan sólo lavar el bote cada cierto tiempo y cuidar de su conservación te harán tener un producto delicioso para múltiples usos, económico y, lo más importante con múltiples ventajas y beneficios para tu salud. ¿Que estas esperando para descubrirlo?
Agradecimientos a la diestista-nutricionista Marta González Caballero
Imágenes: primera y segunda, David Niergarth/Flickr; tercera, toxickore/Flickr