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Por: RedacciónMente sana in corpore sano. Qué comemos, cuándo lo comemos y cómo lo comemos son factores muy importantes para determinar si nuestra dieta es o no es saludable. Una alimentación variada, equilibrada y que incluya la cantidad suficiente y necesaria de nutrientes contribuyen a sentirnos mejor, más sanos y enérgicos.
Esta premisa básica, interiorizada ya por la mayoría de la gente, independientemente de que se cumpla o no, parece haberse convertido en una moda. Los influencers gastronómicos han convertido la alimentación saludable de toda la vida en una tendencia a la que han llamado Real Food, que se centra principalmente en la lucha contra los ultraprocesados.
Si tienes cuenta en instagram muy seguro te habrás cruzado con la foto de ese amigo descamisado, de cuerpo atlético y sonrisa blanca de anuncio de pasta de dientes, sosteniendo un plato de macarrones de espelta con manzana y rúcula bajo miles de etiquetas entre las que destacarán healthy, fitness o la ya mencionada real food.
Según un estudio realizado por el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias el elevado precio de los alimentos saludables contribuye a la desnutrición mundial. Y es que como siempre ocurre con todo lo que se convierte en tendencia, los precios suben, hasta tal punto que la comida saludable ha alcanzado un valor exageradamente elevado.
En 2018, según el estudio anual de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) el precio de la cesta de la compra se encareció un 1,8% mientras que los sueldos tan sólo aumentaron en un 0,8%. El valor de la fruta y verdura, frente a la alta demanda, subió en un 13% de media, siendo destacable el caso del calabacín que aumentó en algo más de un 26%. La carne y el pescado frescos subieron de media un 2,5% (frente al 1,9% habitual), siendo la merluza la líder del ranking con un encarecimiento del 20%. Por otro lado, los productos como el azúcar, el aceite o las bebidas energéticas fueron los únicos que se mantuvieron o bajaron de precio.
La moda por la comida saludable ha resultado ser un arma de doble filo, una tendencia que anima a los usuarios a mantenerse activos y sanos, y que a primera vista sólo debería de tener efectos positivos en la sociedad, ha llevado a hordas de realfooders a las fruterías en busca de aguacates, papayas y kakis, que siempre van a quedar mejor en una foto de instagram que una tortilla francesa, un puré de calabacín o una ensalada de lechuga y tomate.
Precisamente productos como el aguacate son considerados superalimentos por sus altas concentraciones en fibra, vitaminas, antioxidantes y cualidades antiinflamatorias y antimicrobianas, llegando a desplazar al producto local. Según la consultoría Nielsen, se estima que un 27% de los españoles eleve su consumo en superalimentos como la chía o la quinoa que han visto aumentada su presencia en la cesta de la compra en nada más y nada menos que un 1000%. La OCU recuerda que no existen aliementos milagrosos ni curativos, y que la dieta mediterránea ya tiene la base perfecta para mantener una alimentación saludable y que no debe quedar desplazada.
Pese al notable aumento de precio de todos los productos que forman parte de una alimentación saludable, creemos recomendable recordar que comer sano sigue sin ser más caro que comer alimentos basura. Una alimentación equilibrada y variada siempre debería de ser un hábito adquirido desde nuestra infancia por salud y bienestar, nunca por seguir una moda.
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