A muchas personas se les diagnostica sobrepeso precisamente porque no tienen ningún tipo de cuidado con la composición nutritiva de los productos que ingieren. La obesidad es la consecuencia clara de una apuesta sin sentido por ciertos tipos de grasas que, además, pueden provocar problemas circulatorios, musculares y dolencias cardiacas muy serias. Así, vemos que la dieta sana es imperativo de cualquier ser humano, sea o no diabético.
Pensar antes de comer
El respaldo de un médico será esencial en los primeros momentos: tendremos que dejarnos guiar por la dieta que nos mande puesto que será la que más se ajuste a nuestro estado de salud y nuestro estilo de vida. Con el tiempo, la planificación dependerá cada vez más de nosotros puesto que habremos adquirido los suficientes conocimientos teóricos y prácticos como para controlar nuestra propia alimentación.Si un paciente diabético se ve obligado a ponerse a régimen, podemos poner en práctica pequeños métodos que nos ayudarán en la lucha por conseguir una dieta balanceada en la que las grasas consumidas sean las estrictamente necesarias para compatibilizar diabetes y alimentación. Es de vital importancia que las cantidades de los diferentes ingredientes sean medidas con cuchara y además, considerar el susceptible aumento o pérdida de peso de algunos productos al cocinarlos.
Tendremos que consumir platos cocinados con ingredientes del todo saludables que en muchas ocasiones no estarán en nuestra mano. Por ello, ir a la compra implica la elaboración de una lista detallada en la que se encuentren presentes todas nuestras necesidades nutritivas. Si tenemos que comer fuera de casa, lo ideal es planear un menú antes de salir y no olvidar masticar bien cada uno de los bocados.
No todas las grasas son malas
Hay quien, en su afán por perder esos kilos de más, erradica toda la grasa de su alimentación. Esta acción puede ser aceptada en el caso de que optemos por una alimentación basada en los criterios vegetarianos y siempre y cuando que nos pongamos en manos de profesionales médicos. En el caso de los diabéticos, las grasas son necesarias pero hay que saber administrarlas y, por supuesto, conocerlas.Podemos emitir una primera diferenciación de grasas en saturadas e insaturadas. Las primeras son de origen animal y las segundas de origen vegetal. Las grasas saturadas se convierten en ácidos grasos, como el ácido palmítico o el láurico, que vienen a aumentar los niveles de LDL, la lipoproteína de baja densidad más conocida como colesterol 'malo' que se deposita en las paredes de las arterias. Son ejemplos la mantequilla, queso curado, derivados del cerdo, tocino, los dulces en general, la leche entera, la yema de huevo, mariscos, vísceras, embutidos, etc.
Las grasas insaturadas se absorben mejor y aumentan la HDL, lipoproteína de alta densidad o colesterol 'bueno' que cumple un papel protector frente a las enfermedades cardiovasculares. Estas grasas están en aceites vegetales, frutos secos, leche desnatada, legumbres, pescados azules, etc. Los expertos recomiendan el consumo de grasas insaturadas así que, una muy buena idea para los diabéticos es elaborar listados de alimentos en los que colocar los productos en función del origen de las grasas que lo componen.
Por otro lado, tenemos otros tipos de grasas que surgen de estas dos como las monoinsaturadas entre las que se encuentra el ácido oleico, otro buen protector ante dolencias cardiacas. Un claro ejemplo de este ácido es el aceite de oliva. Cerrando esta breve introducción de los tipo de grasas, localizamos las beneficiosas poliinsaturadas omega 3 y omega 6) y las hidrogenadas, grasas estas últimas que tendremos que evitar.
Pescado mejor que carne
La mayoría de los nutricionistas aconsejan a los diabéticos que prioricen el consumo de pescado frente al de carne. Entre los pescados que recomiendan incluir, los primeros serán los que menor contenido graso tengan. Aquí estarían por tanto la merluza, el lenguado, el gallo o la pescadilla entre otros. Si existe duda respecto a algún tipo de pescado, lo mejor es consultar con el médico para que nos autorice a comerlos o no. Mediremos con cautela la cantidad de aceite, harina o huevo al cocinarlos si decidimos freírlo.La carne deberá cocinarse a la plancha o la parrilla. El protagonismo cárnico dentro de la cocina del diabético lo tiene el pollo, siendo la pechuga la parte más indicada para el menú del paciente. Al prepararlo, retiraremos la piel en su totalidad y aquellas partes donde se localizan las partes grasas. La ternera y la vaca son carnes aptas pero con control en su consumo. Eliminaremos el cerdo, el cordero y los embutidos en general, salvo que en algún momento, nuestro médico nos indique que podemos comer una pequeña porción.