Si hay un licor de frutas que le gusta prácticamente a todo aquel que lo prueba, ese es el limoncello. Contrarresta el excesivo dulzor de este tipo de licores con la acidez y frescor de los limones, lo que lo convierte en el brebaje perfecto para acabar una buena comida. Si además lo hacemos nosotros mismos, podemos sacarlo a la mesa con orgullo o incluso regalarlo, envasado en bonitas botellas, para estas fiestas. Lo más complicado de elaborar el limoncello es encontrar el alcohol apropiado: como seguramente ya sabréis (sobre todo si sois aficionados a preparar algún tipo de licor) el alcohol que se vende en las farmacias no nos sirve para elaborar bebidas, ya que lleva un amargante, precisamente para evitar que nos lo bebamos. Así que hemos de encontrar alcohol de 90º puro, o bien substituirlo por una bebida de alta graduación como el vodka, el orujo, la grappa... Yo suelo utilizar vodka, del de toda la vida, transparente, sin sabores ni colores añadidos y el resultado es magnífico. Ahí va la receta:
Ingredientes:
10 limones
1 litro de alcohol
400 g de azúcar
500 ml de agua
Preparación:
Comenzamos por limpiar bien los limones, que han de ser de la mejor calidad posible. De hecho, el secreto de un buen limoncello son los magníficos limones de la costa Amalfitana, así que, aunque no sean de allí, por lo menos que sean unos limones bien hermosos, no? Retiramos la corteza de los limones con un pela patatas o una puntilla bien afilada, ya que nos interesa quedarnos solo con la parte amarilla de la corteza, y que arrastremos la menor cantidad posible de la parte blanca interna que recubre los limones, ya que nos amargaría el licor. Ponemos todas las cortezas en un recipiente de cristal junto con el alcohol, tapamos bien y lo dejamos reposar en un sitio oscuro durante 15 días. Mientras tanto, no tiréis los limones, ya que con ellos podéis hacer zumo y utilizarlo en el momento o congelarlo para usar en otra ocasión.
Pasados los 15 días en los que las pieles de limón estarán macerando en el alcohol, preparamos un almíbar ligero calentando el azúcar con el agua hasta que se disuelva completamente. Dejamos enfriar, filtramos las cortezas de limón y unimos el alcohol al almíbar. Nos quedará una bebida de una tonalidad amarillo verdoso opaco, muy propia del limoncello, que envasaremos en botellas perfectamente limpias (lo mejor es hervirlas previamente) y dejaremos reposar otros 3 días para que el azúcar suba la gradación del preparado.
Para consumirlo lo ideal es tomarlo bien frío, aunque hay quien lo toma a temperatura ambiente pues así es más aromático.