Vincular a Antonio López Torres con el vino no es tarea complicada. Solo nos hizo falta visitar el museo que lleva su nombre y que se encuentra en Tomelloso. El museo Antonio López Torres es gratuito y alberga más de un centenar de obras suyas, entre dibujos y lienzos, por expreso deseo del pintor. Él nunca comerció con sus obras, vivía de su trabajo como profesor de arte y quiso donarlas en su totalidad a la tierra que lo vio nacer.
La visita empieza con la multitud de dibujos que el pintor realizó a lo largo de su vida sobre el campo manchego. Las viñas, las cepas, las casas de campo y los bombos centran la atención de estas obras. Los paisajes son los protagonistas en la mayoría de su producción, los cuales nunca dejó de pintar y dibujar, aunque también se decantó por retratos y algunas pinturas de interiores.
Con óleo y tabla lograba lo que muchos nunca han conseguido, captar el espacio y el ambiente. Con los colores transmitía sensaciones como la aridez y el calor de la tierra manchega e inmortalizaba tradiciones y labores del campo cotidianas, como pueden ser la vendimia o un simple almuerzo de jornaleros. Las fotografías anteriores bien reflejan el gusto de López Torres por retratar la cotidianidad del mundo vinícola, como se aprecia en Podador manchego de 1946 y La cueva de 1924.
Terminamos la visita leyendo alguna de las pocas declaraciones que López Torres ofreció a los medios antes de su muerte. Hablaba de la naturaleza, de la tierra, de sus sonidos y sus emociones, de cómo estaba ligado a ella. Como una cepa, que se agarra y abraza fuerte al terreno, así era este maravilloso pintor. Tímido e introvertido, sí, pero con una conexión especial con la tierra que le vio nacer.