Esta iniciativa surgió para compartir recetas típicas de las fechas que se avecinan, para conocer y visitar los blogs amigos y encontrar nuevos, para descubrir recetas de cualquier rincón del mundo... En definitiva para pasar un buen rato y para coger ideas que llevar a nuestras mesas en Navidad.
En los últimos años Angélica nos ha propuesto algún tema para salir de la rutina y animarnos a investigar, descubrir, experimentar y compartir desde nuestras cocinas.
Este 2020 tan complicado ha propuesto un tema que a mí me ha parecido precioso: De mi cocina a tu mesa.
Es un intento de acercarnos unos a otros en unas fiestas que van a ser distintas. Lo hayamos o no asumido estas Navidades no van a ser ni de lejos como otras. Tal y como está el panorama en todo el mundo no creo que sea necesario que venga ningún político a pedirnos que tengamos cuidado, eso debería salir de nosotros mismos, pero hoy no voy a entrar en este tema y voy a sacar la mirada optimista que es lo que se merece este Parrandón.
Este año las participantes en esta iniciativa os abrimos nuestras cocinas y nos acercamos a vosotros con nuestras recetas navideñas para celebrar y compartir virtualmente estos días,
Cuando recibí el primer mensaje para ir preparando el Parrandón pensé en otra receta, pero mi cabeza no para quieta y me dije a mí misma que este año quería una receta que me trajera buenos recuerdos, y no hay recuerdos mejores que los de las navidades de la infancia.
Y mi mente se iluminó con el recuerdo de los nevaditos. Y los anuncios de Reglero que siguen acompañando nuestras navidades.
Siendo honestos yo nunca fui muy fan de los nevaditos, pero recuerdo las cajas de Reglero en la alacena que mi abuela tenía en el salón y que ha salido a colación alguna que otra vez en mi blog.
Como os comentaba hace unos días mis abuelos que habían vivido una guerra y una posguerra valoraban muchísimo la comida y además había tradiciones que no perdonaban: en la feria compraban turrón, en semana santa se comía bacalao, en Todos los Santos se hacían gachas...y en navidades se compraban mantecados y polvorones.
Mi abuela era muy golosa y apenas llegaba el puente de la Inmaculada ya tenía en casa una caja (que a mí se me antojaba gigante) de polvorones y mantecados surtidos. Y turrón del duro. Que a mí me parecía incomible, precisamente por lo duro que era, pero que a ellos les gustaba (o era ese al que estaban acostumbrados)
Recuerdo que a veces tenía también una caja de nevaditos de Reglero, que era alargada y de color azul, y otras una caja de pastas surtidas, de la misma marca, que era más de mi gusto porque tenía además de nevaditos y morenitos otras pastas bañadas en chocolate que eran las que mi hermano, mis primos y yo devorábamos antes.
La que escribe a la cabeza, que para eso soy la mayor, y si podía ya me las ingeniaba para que los pequeños no cogieran de las chocolatosas.
Han pasado ya bastantes años de esas navidades infantiles y soy incapaz de saber cuánto hace que no me comía un nevadito. De hecho estuve unos días pensando si alguna vez me comí alguno o sólo iba a por los dulces de chocolate.
La cuestión es que se me antojó preparar nevaditos en casa, le encargué a mi señor costillo la manteca (que muy diligente en lugar de una tarrina de 400 gramos me compró dos ¡porque le parecía poca! En serio, no sé qué pensaba que iba a hacer con casi un kilo de manteca, que ahora sí o sí tengo que ir gastando para que no se ponga rancia) y el resultado nos encantó.
Fue probar el primero y recordar perfectamente esa textura y ese sabor en la boca.
Aunque por su aspecto los nevaditos puedan parecer un dulce navideño ahogadizo nada más lejos de la realidad.
Tienen una textura hojaldrada y el azúcar glas que los reboza junto con la manteca les confiere una textura ligeramente fundente en boca. Para mí es el aspecto más representativo de estos dulces navideños.
Estuve mirando muchas recetas y vi que hay quien sólo los espolvorea en lugar de rebozarlos. Si la idea es reducir el consumo de azúcar me parece perfecto, pero si al espolvorear les dejas un dedo de azúcar encima me parece peor el remedio que la enfermedad (por no hablar de que me resultan más complicados de comer habida cuenta del azúcar que se cae al morder y el morrito blanco que se te queda a pesar de tus intentos de comerlos con dignidad)
Para gustos los colores (y los sabores) pero creo que es fundamental rebozarlos (aunque sea dejando la mínima cantidad de azúcar como he hecho yo con los míos) para que los nevaditos tengan en boca esa textura qeu tanto los caracteriza.
Dicho esto, que cada cual haga lo que quiera que para eso es su casa.
Sé que somos muchos los que huímos de las masas pringosas. No es el caso. Cuando toca meter las manos te encuentras con una textura similar a la plastilina, al final hasta te gusta tener la masa en las manos y trabajar con ella.
Yo a las niñas no les ofrecí un trozo. Es que ni me vieron hacerla, tan entretenidas estaban con Clan y tan poco se tarda en hacerla que ni se dieron cuenta que estaba en la cocina.
Cuando yo era pequeña y mi abuela hacía pestiños a los nietos nos daban un trozo de masa a cada uno. Así estábamos entretenidos mientras mi abuela y mi madre los freían y al final, cuando habían terminado nos freían a nosotros los que habíamos hecho.
La masa había rodado en nuestras manos por tantos sitios (a saber: mesas, puertas, sillas, paredes, varias caídas al suelo...) que no sé cómo nunca pillamos intoxicación alguna.
Así que mi experiencia me dice que una vez les dé un trozo de masa estaré perdida para siempre (y mis muebles también) por lo que retraso el momento lo máximo posible.
En todas las recetas decían que la masa debía reposar un par de horas en el frigorífico y no dudo de esa necesidad, pero cuando la saqué estaba como una piedra y hasta que no se puso a temperatura ambiente, y era tan manejable como cuando la metí en el frigorífico no pude estirarla y cortarla, así que la próxima vez igual horneo directamente.
Si alguien conoce el por qué estaré encantada de que me lo explique en los comentarios.
Lo bueno de estos dulces es que los puedes poner muy juntitos en la bandeja y por ende hornear bastantes porque crecen a lo alto pero no a lo ancho.
Yo usé un cortapastas con un diámetro de 3-4 centímetros y me salieron 36 que entraron todos en una bandeja y acabé con toda la masa en una única hornada.
Cuando me documenté en todas las recetas dejaban un grosor en la masa que iba del centímetro al centímetro y medio. Yo dejé uno y duplicaron (o incluso más) su grosor ¡es increíble lo bien que hojaldraron!
Seguramente cuando los repita (porque en casa han volado ¡si hasta Lara se los ha comido!) no me suban tan bien, aunque los dejaré más finitos antes de hornear.
Como os he adelantado en casa han gustado mucho. Lara que nunca quiere probar nada se comió dos mientras hice las fotos.
Elena, que es tremendamente bruta con la comida, se metió medio del tirón en la boca (precisamente una de las mitades que veis en las fotos) pero ni se ahogó, ni acabó vomitando ni nada...
El padre se los comía a pares... y yo mientras recogía lo de las fotos pensando que mejor que nadie los viera porque parecía que llevaran una semana sin comer.
Con semejante actitud a ver cómo iban a llegar a navidades, porque en teoría este tipo de dulces, bien cerrados, podrían haber aguantado hasta finales de diciembre, o eso asegura mi madre, así que podéis prepararlos, si os animáis, con antelación y adelantar trabajo de cara a las fiestas.
Necesitamos cuatro o cinco ingredientes que son muy fáciles de encontrar. La manteca la puedes encontrar en carnicerías y en prácticamente todos los supermercados, en la sección de refrigerados en cómodas y prácticas cajitas, similares a las del queso de untar.
Como os he contado mi señor esposo hizo acopio así que iré preparando más recetas navideñas que la lleven (he de confesar que el olor me da bastante asquito) para compartirlas con vosotros.
Estoy casi segura de que la mayoría de vosotros conocéis estos dulces típicos y que no os estoy descubriendo nada nuevo.
En los tiempos que nos toca vivir es bueno tirar de recuerdos y momentos felices y espero haberos sacado una sonrisa mientras me leíais o en todo caso haber conseguido evadiros del presente por un breve instante.
Os invito a que os animéis con los nevaditos en casa ¡os van a encantar! y son muy fáciles de hacer. ¿Alguien me acompaña con un café? Yo me daría prisa, que nos los están quitando.
Ingredientes:
* 500 gramos de harina
* 200 gramos de manteca de cerdo
* 110 ml de vino blanco
* 1 cucharadita de azúcar
* 1 pellizco de sal
*Azúcar glas para rebozar.
Elaboración:
1. En un bol amplio ponemos la manteca a temperatura ambiente (si está muy dura podemos reblandecerla ligeramente a golpes de pocos segundos de microondas) y batimos hasta dejarla como una crema.
2. Añadimos una cucharadita de azúcar, la sal y la mitad de la harina y mezclamos.
3. Incorporamos el vino y mezclamos.
4. Vamos añadiendo el resto de harina y cuando no sea posible mezclar con las varillas es hora de amasar a mano.
5. Una vez tengamos toda la harina incorporada trabajamos sobre la encimera de la cocina estirando ligeramente la masa con las manos (es manejable, como la plastilina y nada pegajosa) y doblándola por la mitad. Volvemos a estirar con las manos y a plegar sobre sí varias veces.
6. La hacemos una bola, la ponemos en un bol, la cubrimos con film transparente y la dejamos en el frigorífico un par de horas de reposo.
7. Sacamos la masa, la estiramos con ayuda de un rodillo (si está muy dura podemos trabajarla con las manos y se pondrá manejable en unos minutos o dejarla a temperatura ambiente hasta que sea fácil de estirar) y dejamos medio centímetro de grosor (yo le dejé un centímetro y han crecido muchísimo)
8. Cortamos con ayuda de un cortapastas o un vaso y vamos colocando en la bandeja del horno sobre una lámina de silicona o papel de hornear.
Podemos ponerlas bastante juntas porque no crecen a lo ancho sino a lo alto.
9. Con los restos sobrantes volvemos a hacer una bola, estirar y cortar. Así hasta que no nos quede masa.
10. Introducimos en el horno precalentado a 180º C y horneamos de 25 a 30 minutos.
11. Dejamos en la bandeja del horno y cuando estén templados rebozamos en azúcar glas.
Para conservarlos lo ideal es una lata o un táper que cierre bien. Se mantendrán en perfecto estado hasta Navidad ¡si es que pueden resistir la tentación!
Me ha encantado preparar nevaditos en casa y han tenido tanto éxito que seguramente caigan más (o su versión chocolateada: los morenitos)
Deseo que hayáis disfrutado con esta aportación al Parrandón y si os habéis quedado con ganas de más recetas y de salir rebosantes de espíritu navideño a las puertas del puente de la Constitución y la Inmaculada (en España) echad un vistazo al resto de participantes pinchando sobre la imagen del Parrandón.
Sigo un poco liada. El final del año se precipita y mi trabajo no disminuye. Estoy intentando ponerme al día con las visitas y acabar el año con todos los deberes hechos.
Gracias por seguir al otro lado de la pantalla. No puedo más que repetirlo.
Nos leemos la semana próxima
Manos a la masa y ¡bon appétit!