Si llevas tu infancia contigo, nunca envejecerás. (Tom Stoppard)
Han encendido ya las luces navideñas en las calles de Málaga, suenan las modernas canciones de Navidad en todos los rincones, incluso en todos los comercios y como cada año los recuerdos se agolpan en mi mente, donde existe un lugar agradable llamado nostalgia que me lleva a mi niñez, a una época lejana, navideña, días y momentos repletos de felicidad que no quiero ni puedo olvidar.
No había árbol adornado, no existía para nosotros “Papa Noel” eran los Reyes Magos quienes podíamos ver en aquel pequeño portal de Belén, colocado sobre el aparador, al que año tras año llegaban nuevos pastores hechos de barro.
En un rincón una pequeña mesa con un paño blanco, reluciente, bordado a mano llena de borrachuelos, roscos, mantecados, la botella de aguardiente y la de coñac, con varias copas pequeñas de cristal, para obsequiar a las vecinas o visitas en ésos días.
Sin darme cuenta no dejo de canturrear antiguos villancicos, ya casi olvidados hoy en día, añorando la compañía de mis mayores; mi madre tocando el almiren, mi abuela frotando la rugosa botella de aguardiente con un cuchillo, mientras mi madrina tocaba con arte la pandereta y yo mojaba mi mano en un plato de agua para poder seguir tocando la zambomba intentando seguir el compás que ellas marcaban con alegría.
En los campos de mi Andalucia, los campanilleros en la “madrugá” me despiertan con sus campanillas y con su guitarras me hacen llorar, me hacen llorarLos gitanos que van por el monte cantando y bailando al amanecer, van tocando zambombas, panderos, cantándole coplas al Niño de Dios.
O aquella otra que decía: Madre, en la puerta hay un Niño, más hermoso que el sol bello, parece que tiene frío porque viene medio encuero. Pues dile que entre se calentará porque en esta tierra ya no hay caridad. Entró el Niño y se sentó mientras que se calentaba, le pregunta la patrona de que tierra y de que patria. Mi padre es del Cielo, mi madre también, Yo bajé a la tierra para padecer.
Llevo mi infancia siempre conmigo, así que cómo dijo el sabio, pienso y siento que nunca mi espíritu envejecerá y mis recuerdos de aquellos años finales de los 50 y principios de los 60 del ¡ siglo pasado ¡ siguen vivos y procuro que no se pierdan en la inmensidad de los tiempos, transmitiendolos, compartiéndolos en éste libro de bitácoras que es “Mi Cocina”.
Cierro mis ojos y no sólo me parece escuchar aquellas voces tan familiares, escucho los antiguos villancicos, los canturreo y me embarga la emoción; me siento niña otra vez, quiero escribir la carta a los Reyes Magos pidiendo los regalos de aquellos años, mis cuentos troquelados, mi muñeca pepona y la ilusión de ver a mi hermano abriendo sus juguetes.
Me llegan los aromas de la cocina de mi madre preparando y friendo la masa de los borrachuelos, el sabor del cabello de ángel, el olor a ajon jolí, a canela, a matalahúva, a anís que te impregnaba para todas las Navidades. El chocolate recién hecho del día de Reyes, el olor a tejeringos insertados en un junco.
Sabores que hablan de nuestro pasado y que nos acompañan en aquellos momentos importantes. Borrachuelos, roscos de anís, polvorones o pan de higos.
El pan de higo que preparaba mi madre, mi abuela paterna, Antonia Burgos, oriunda de Alhaurin el Grande; un dulce tradicional de la gastronomía malagueña y del resto de Andalucia lleno de historias, una elaboración que ocupaba nuestras mesas navideñas que en definitiva es algo más que un alimento, es tradición, es cultura; una cultura milenaria que reconocían los frutos y derivados de la higuera desde los antiguos Egipcios a los romanos y por ende a los árabes que poblaron Andalucía...
He podido leer que el origen del pan de higo se remonta a Al-Andalus, una cultura que nos dejó un rico legado en muchos ámbitos, uno de ellos el de la repostería. Mazapanes, turrones, alfajores, arroz con leche, tocino de cielo, arropes y por supuesto el pan de higo tradicional de la gastronomía malagueña. La mayoría de dulces y postres que tenemos hoy en día son herencia de aquella época.
A pesar de su nombre, el pan de higo no lleva trigo ni ningún tipo de harina, en definitiva no es pan, es simplemente higos secos con almendras y especias.
Yo sigo haciendo el PAN DE HIGO en “Mi Cocina” cada año, tal cual me enseñaron mis mayores.
¿CÓMO LO HICE?
CONSEJOS PREVIOS:
Suelo hacerlo en pequeñas porciones, en forma redondeada, forma de un pan pequeño; generalmente le suelo añadir una copa pequeña de anís dulce (aguardiente) le aporta un sabor especial, pero se puede omitir sin problemas.
Las almendras que sean marconas, así no amargan y personalmente me gusta añadirlas fritas en aceite de oliva virgen extra, le da un sabor muy especial; aunque éste paso se puede omitir comprándolas ya fritas e incluso añadiéndolas crudas.
Si el ajonjolí no lo encuentran tostado, echarlos en una sartén sin aceite, ponerlo al fuego y tostarlos ligeramente, removiendo con cuidado porque se queman enseguida
INGREDIENTES:
250 grms.de higos secos, 75 grms. de almendras crudas peladas, 2 clavos de olor, una cucharada sopera de canela molida, la ralladura de la piel de una naranja, una cucharada sopera de matalahúva, una copa pequeña de aguardiente dulce, ajonjolí (sésamo tostado) aceite de oliva virgen extra para freir las almendras.
LOS PASOS A SEGUIR:
Cortar el rabito de los higos, enjuagarlos para quitar la harina que traen impregnada y secarlos con papel de cocina. Pasarlos por la picadora de forma que quede bien triturado, lo más fino posible.
En una sartén con aceite de oliva virgen extra freir las almendras con cuidado de que no se lleguen a quemar, sacarlas de la sartén y dejarlas sobre papel de cocina a fin de que absorban el aceite sobrante. (las almendras que estén sin piel, importante. Si la tienen con piel, escaldarlas previamente en agua caliente, pelarlas y secarlas bien).
En un mortero echar la canela, los dos clavos de olor, una cucharada mediana de ajonjolí, la ralladura de naranja y la matalahúva, machacar de forma que queden los clavos y la matalahúva como si de una pasta se tratara; agregar a continuación las almendras fritas, dejando unas unas cuantas para decorar el pan de higo. Machacar de forma que queden las almendras con trocitos pequeños.
En un cuenco echar los higos picados, la copa de aguardiente, las almendras machacadas con las especias e ir mezclando con las manos hasta que los ingredientes queden totalmente integrados y se consiga la consistencia deseada. Prensarlo con las manos y redondearlo.
Dejar reposar unos minutos y a continuación formar un cilindro o torta bien compacta. Emborrizar el pan de higo en ajonjolí colocando posteriormente las almendras fritas enteras.
Pasar al plato donde se vaya a servir.
¡¡ Ya tenemos el PAN DE HIGO listo para consumir !!
Alimentemos el cuerpo, pero también el alma y el espíritu. La "barrita energética" de nuestros abuel@s.