He de reconocer que desde los comienzos del blog también me pareció interesante tratar temas de crítica culinaria y dar mi opinión sobre restaurantes, bares, rutas, productos... Pero claro, el tiempo de que dispongo no me permite dar rienda suelta a otros temas que no sean las recetas, aunque todo llegará con el tiempo.
Es por eso que siento la necesidad moral y humana de contaros que he descubierto el sentido de la existencia de los patés. De pequeña, muy pequeña, mis padres y yo íbamos los fines de semana a una jamonería que tenía patés caseros y cenábamos una tabla de embutidos ibéricos y unos patés que madre mía, aquello era sagrado. De hecho, hace unas semanas en un afán por rememorar aquellos días en casa compramos un paté a las finas hierbas en un supermercado, pero cuando nos reunimos a la mesa para catarlo por nuestra cabeza pasó de todo menos el buen recuerdo de antaño. El paté no estaba malo, pero nos recordó por qué en mi casa nunca se compran estos productos, ya que ninguno es como aquellas maravillas de la jamonería.
Cual fue mi sorpresa la semana pasada, cuando vi que una empresa de patés gourmet me seguía en Twitter, así que queriendo dar una segunda oportunidad, les pregunté dónde podría comprar algunas de sus variedades (que además son bastante curiosas). Lo que no me esperaba fue que se ofreciesen a enviarme unas muestras para que pudiera probarlas.
Así recibí el paquete. Como lo veis. Tal cual. En el que hay doce variedades de patés perfectamente envasadas y colocadas en una caja que, además, es elegante y cómoda.
Y estoy alucinando, porque me parece un detalle muy a tener en cuenta por parte de la empresa, ya no sólo por haberme obsequiado con esto, sino por la rapidez y amabilidad en enviarlo.
Aquí arriba os enseño las variedades más llamativas. Desde un paté de pizza que debe servirse en caliente, hasta un increíble paté de morcilla con piñones pasando por el de solomillo braseado y el de queso manchego. Estas variedades son únicas, no las encontraréis con ninguna otra marca y os aseguro que merece la pena probarlos.
Como veis, además, son unos patés muy cremosos. Pero muy muy cremosos. No es nada parecido a lo que estamos acostumbrados, que tienen una textura como de pasta más espesa. Estos patés son suaves, casi parece que se unten solos y lo mejor es que no es necesario poner mucha cantidad para que haya sabor.
Para finalizar, retomaré el camino que tomé al principio. En mi familia echábamos de menos los patés caseros, tradicionales, esos que hace años nos servían en la jamonería de mi pueblo y de los que pensábamos que no volveríamos a probar nada igual. Ha sido toda una suerte encontrar una empresa como Sierra de Cazorla y ver que el arte de estos productos no se ha perdido. ¡Hasta mi padre, que tiene un paladar de oro, ha dado su aprobación!
No perdáis la oportunidad de probarlos, y estad atentos al blog, ya que mañana y pasado os enseñaremos dos recetas para darle uso al paté, unas alternativas perfectas para no untarlo siempre.