Esta versión de la salsa teriyaki es un poco sui generis, pero tiene mucho sabor y al no llevar azúcar como la original es más recomendable si estamos de regimen. Y ya con el acompañamiento del calabacín le añadimos la ración de verdura necesaria.
Los ingredientes que necesitamos son:
Una pechuga de pollo: lo hice con unos (mal llamados) solomillos de pollo, un poco por vagueza, ya que así me ahorré de preparar las pechugas.
Medio calabacín
Un cuarto de cebolla roja
Soja, mirin y vino blanco: en lugar de vino blanco también podemos usar un poco de Pedro Ximénez o sake.
Empezamos preparando la salsa teriyaki, mezclando a partes iguales la soja, el mirin y el vino. La ligamos bien y, si tenemos, le añadimos un poco de jengibre, ya sea fresco o en polvo. Ponemos el pollo a marinar en la salsa mientras seguimos con el resto de ingredientes.
Pelamos el calabacín y cortamos en bastones finos. También cortamos en juliana la cebolla roja.
Calentamos la plancha (si lo podemos hacer a la parrilla ya es el summum) y cocinamos el pollo. La idea es irlo girando con bastante frecuencia y, antes de hacerlo, pintarlo con la ayuda de un pincel con la salsa teriyaki. De este modo, no se nos reseca, quedando con un toque acaramelado por fuera y jugoso por dentro.
Mientras se cocina el pollo, hacemos las verduras. En un wok, con una cucharada de aceite pasamos ligeramente la cebolla en juliana, muy poco tiempo, sin que se haga, y le añadimos el calabacín. Salteamos hasta que esté hecho pero sin que quede blando. Al hacerlo en un wok, enseguida lo tendremos listo y la textura de la verdura será muy interesante.
Emplatamos el pollo y la verdura. Reducimos en la paella lo que nos haya quedado de salsa teriyaki y napamos el pollo. ¡A disfrutar!