Lo primero que hacemos es preparar la tabla, podéis utilizar un plato, pero lo ideal es usar una tabla de madera o de pizarra.
Los tipos de queso: se suelen servir cinco como mínimo y en función del número de comensales podéis añadir más o menos. Es casi todos los supermercados encontráis tablas ya preparadas, pero si sois amantes del queso lo mejor es que compréis varias porciones de vuestros quesos favoritos. Para mí es esencial que haya un queso azul (roquefort, cabrales, gorgonzola…), un queso de pasta blanca (camembert, brie…) y luego jugar con quesos más suaves y más curados y realizado con diferentes leches (cabra, oveja y vaca).
En este caso he empleado: una porción de queso brie, unas lonchas de queso cheddar, un trozo de emmental, un queso manchego semicurado y un delicioso queso azul suizo.
También debéis tener en cuenta la temperatura del queso por lo que hay que sacarlos un poco antes de la nevera para que se atemperen; así como con los cortes del queso, hacedlos de diferentes maneras para dar mayor vistosidad a la tabla. Y tened en cuenta que como somos vagos por naturaleza, los quesos que vayan cortados serán los que antes se terminen.
El acompañamiento de los quesos también es algo fundamental, aunque personalmente me gustan solos si la tabla es para compartir es bueno poner diferentes productos. El esencial es el pan, hay que utilizar como mínimo dos clases de pan: uno crujiente (pan tostado, picos, colines…) y otro de miga blanca. También podéis poner pan de semillas, centeno… Algo dulce como mermelada o miel y alguna fruta como la manzana o las uvas, ya sabéis que ésta última combina muy bien con el queso, aunque yo no tenía y no la pude poner en la tabla. Incluso podéis poner aceite de oliva por si alguien quiere añadírselo al queso e incluso colocar en la tabla, eso sí en un recipiente aparte, queso en aceite.
Creo que con estos consejos ya sólo queda que compréis los quesos y realicéis una rica tabla de quesos para sorprender a vuestros amigos.