En la gastronomía española merece un lugar de honor la denominada “tapa”. Con esta palabra de origen andaluz, pero usada por toda España, designamos uno de nuestros hábitos más característicos: el tomar el aperitivo en el bar.
La Real Academia Española define la tapa como “Pequeña porción de algún alimento que se sirve como acompañamiento de una bebida”.
Es decir, la tapa es ese pequeño bocado que nos ofrecen en el bar cuando tomamos una bebida. En muchos lugares era costumbre que este bocado fuera cortesía de la casa, con ello querían fomentar el consumo de bebidas (ofreciendo patatas o aceitunas que incrementaban la sed del comensal) o abrir su apetito para una posterior comida. Hoy en día, esta costumbre casi ha desaparecido, y es la tapa la que ha tomado el protagonismo frente a la copa, que es ahora quien acompaña a la tapa y no viceversa.
Supuestamente, la palabra “tapa” tiene su origen en la antigua costumbre practicada en mesones y tabernas, de tapar copas, vasos o jarra con una rebanada de pan o una loncha de jamón, para evitar que entraran moscas o polvo.
También existen distintas versiones “históricas” sobre los inicios de esta costumbre. Según la tradición oral, los Reyes Católicos con el fin de evitar los accidentes de los carreteros a las salidas de las tabernas, instituyeron la obligación para el tabernero de acompañar las jarras de vino con un plato de comida fría (jamón, queso), para paliar los efectos del alcohol. También se dice que Alfonso X “El Sabio”, durante una enfermedad en la que le prescribieron beber vino varias veces al día, tomó la costumbre de acompañarlo con un pequeño bocado para evitar que se le subiera a la cabeza
Supuestamente, la palabra “tapa” tiene su origen en la antigua costumbre practicada en mesones y tabernas, de tapar copas, vasos o jarra con una rebanada de pan o una loncha de jamón, para evitar que entraran moscas o polvo.
Típicamente la tapa tenía debajo una rebanada de pan, y encima de esta solía ir un trozo de chorizo, morcilla, champiñón, pimiento, anchoa, boquerón, etc. Pero esta tapa de origen tan humilde ha alcanzado en la actualidad grados insospechados de sofisticación, llegando incluso a la alta cocina, principalmente de la mano de Ferrán Adriá, uno de los cocineros españoles de mayor reconocimiento mundial.
La variedad de las tapas es inmensa y depende mucho del lugar donde nos encontremos. Según viajamos por España podemos ir probando diferentes tapas típicas en cada provincia y diferentes formas de tomarlas.
Principalmente, podemos diferenciar dos categorías, las tapas calientes y las tapas frías.
La tapa fría más característica es el montadito, que suele hacerse como un pequeño bocadillo, con los rellenos más variados, entre los cuales merece especial mención el clásico montadito de jamón ibérico de bellota, aderezado a veces con algo de aceite de oliva virgen y un poco de tomate natural.
Otro clásico de la tapa fría es la banderilla: un palillo en el que se pincha una aceituna acompañada de pepinillo, cebolleta, pimiento, anchoa…
Entre las tapas calientes, sin duda ha de darse un lugar primordial a la croqueta, en todas sus variantes: desde la reina de las croquetas, la de jamón ibérico, que no falta en ningún bar, a las versiones más sofisticadas como croqueta de chipirones o de boletus.
Por último, entre los grandes clásicos, no podemos olvidar a la tortilla de patata: ese pincho de tortilla que nunca puede faltar. De nuevo aquí, junto a la tortilla de patata más básica, encontramos todo tipo de variedades, tortillas de pimientos, de trigueros, a la trufa
Todos estos clásicos del mundo de las tapas pueden encontrarse prácticamente en cualquier bar a lo largo y ancho de la geografía española, pero según nos vayamos desplazando encontraremos algunas diferencias en la variedad ofrecida, o en la forma de presentarse:
En Segovia, Ávila o Cáceres son clásicas las tapas calientes cocinadas. Entre ellas por supuesto las croquetas y la tortilla, pero también los calamares a la romana, las rabas o los pimientos rellenos.
En la provincia de Granada, sigue siendo costumbre el ofrecer la tapa de forma gratuita con cualquier bebida, destacando los salpicones y ensaladillas y las pequeñas porciones de guisos caseros.
En el País Vasco, Navarra o La Rioja son característicos los “pintxos”, que suelen ser tapas más elaboradas, tanto en su presentación como en su elaboración. La costumbre es cobrar todos al mismo precio: el comensal al terminar, entrega los palillos que estaban clavados en todos los pinchos consumidos, sobre cuyo número se calcula el importe final a pagar.
En Andalucía cómo no mencionar los fritos y los guisos caseros: la gamba en gabardina, o esa tapa de cazón en adobo, de pringá o de guiso de papas con carne…
En definitiva, todo un mundo a descubrir y probar, a ser posible en compañía de amigos y de bar en bar…
En la gastronomía española merece un lugar de honor la denominada “tapa”. Con esta palabra de origen andaluz, pero usada por toda España, designamos uno de nuestros hábitos más característicos: el tomar el aperitivo en el bar.
La Real Academia Española define la tapa como “Pequeña porción de algún alimento que se sirve como acompañamiento de una bebida”.
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