Hay mucha gente a la que no le gustan las tartas de fondant, es más no dudan en ponernos de vuelta y media a las que las hacemos (perdón que no he sido políticamente correcta, también a los que las hacen) , muchos de ellos parece que no hayan sido niños nunca y si lo fueron se han olvidado hace tiempo de ello, tampoco le doy demasiada importancia al tema, yo a estas alturas de mi vida hago lo que me gusta y me importa bien poco que a los demás no les guste.
Me gusta hacer estas tartas por dos razones, una es por los niños, ver sus caras de alegría, asombro, de felicidad, no tiene precio. La mamá de Alejandro me escribió esto después de celebrar el cumpleaños de su hijo, al que por cierto es la segunda tarta que le hacemos, vamos creciendo con él,
De nuevo, trabajo increible y estaba riquísima!! Por cierto, la mermelada muy buena. A Alejandro le encantó "aaalaaaa es Rayo...y matte! Mamá! Mira! Y la copa piston!"
La otra razón es por la niña que aún llevo dentro y la que le encanta ver que de sus manos pueden salir cosas tan bonitas como esta tarta de hoy, que es capaz de hacer un perro, un osito, un coche, si hace 8 años me hubiesen dicho que haría estas cosas les habría dicho que habían perdido un tornillo, por suerte la que perdió los tornillos fui yo.
Esta tarta llevaba un bizcocho de chocolate con una buttercream de fresa y mermelada de fresa al chocolate (casera, vamos hecha también por mi), almíbar de vainilla.
Alejandro cumplió tres añitos y le encanta Rayo y sus amigos, una condición era que la tarta tenía que tener la copa Pistón, espero que os guste tanto como a Alejandro.