Si aplicamos esta teoría a los vinos blancos de mi tierra, la rentabilidad de la inversión está asegurada, así que no dudo en lanzarme a nuevos descubrimientos.
Estas fueron las razones por las que esta botella de la que os voy a hablar cayó en mis manos, esas y estas otras que os cuento a continuación. No podía negarme...
Por supuesto que había probado los vinos de Bodegas Viñátigo, una de las más conocidas de nuestra isla. Apuesta segura. Y no podía faltar en mi mesa esta botella con tanta presencia, la que le da la imagen de El Teide, que me habla de fortaleza, y de mis orígenes. Es la imagen majestuosa que veía cada mañana al despertar, día tras día, salvo los días en que ese mar de nubes de la etiqueta lo impedía.Viñas bajo esa nube, como la viña de casa, bajo las nubes alisias. Tiempos en los que mirabas al cielo y las golondrinas nos indicaban qué tal tiempo iba a hacer. Viñas de altura, porque nuestra geografía así lo exige, y da la casualidad de que en casa, el terreno así lo exigía, y a nuestra viña se accedía con una escalera...
¿Se van convenciendo de que detrás de una etiqueta que te habla tanto, no puede haber sino un buen vino?
Entiendo que puedan estar pensando que esto que os relato sea determinante solo para mí, y que no tenga nada que ver con la cata de este vino. Para los más escépticos, aquí les dejo un enlace que os sacará de dudas.
http://masquetendencias.com/not/1414/vinatigo_continua_con_sus_exitos_en_nueva_york/
Nuestro vino conquista también otras alturas, las de la ciudad de los rascacielos, y es una de las recomendaciones de la conocida sumiller Michelle Biscieglia en el Restaurante Blue Hill, y estoy segura de que no lo eligió sólo porque su etiqueta se preste a ese juego de palabras e imágenes (ya le gustaría a la Blue Hill parecerse a nuestro Teide).