"No tenía falta ninguna: era manco, tuerto y sin oreja, un ?loganillo? tenía en la cara, no tenía dientes ni muelas, el ceño fruncido, bajo de cadera, una pierna corta y otra de madera".
Este dicho popular mi abuela solía ?recitarlo?, cuando escuchaba los comentarios y alabanzas sobre la inexistente ?belleza? física de alguien. Y es que si lo pensamos fríamente en gran medida es bien cierto el refrán aquel que dice que el amor es ciego, sobre todo quizás, el amor materno.
Yo tengo que reconocerlo, a mis hijos los veo guapísimos físicamente y personalmente no tienen ?falta ninguna?, aunque reconozco no solo sus virtudes, sino también sus defectos; otra cosa es que alardee o presuma de todo lo bueno que tienen.
Pero en ésta ocasión si quiero comentar algo que me gusta de ellos y es la pasión que sienten por la gastronomía; un hecho que mi marido y yo les hemos transmitido casi sin darnos cuenta. Les gusta la cocina: cocinar y comer.
Ya sabemos que comer es un acto biológico, pero estoy convencida de que cocinar es un acto cultural, en gran medida es una parte de la manifestación de la forma de ser de los pueblos, de la historia del ser humano, un camino para aprender y conocer otras culturas diferentes a las que se vive habitualmente.
Comida y cocina en definitiva son hechos sociales, leí hace tiempo una frase que decía que el hombre cuando está acompañado come, mientras que cuando está solo, se alimenta.
A nuestros hijos, desde pequeñitos les hemos acostumbrado lógicamente a las comidas tradicionales, pero también les hemos enseñado a saborear y disfrutar de los sabores, recetas e ingredientes de otros países. Han tenido la suerte de que a sus parejas también les apasiona la gastronomía, incluso cocinar y son entusiastas al igual que nosotros de los platos orientales.
Así que cuando en Mi cocina hay jornadas de comida china o japonesa disfrutan todos.
Como en ésta ocasión que preparé éste arroz con pollo y almendras.
¿Cómo lo hice?
Cortar la pechuga de pollo en trozos pequeños.
En un cuenco echar medio vaso pequeño de salsa de soja (se puede adquirir en cualquier gran superficie), la misma cantidad de vino blanco (uso un fino Montilla-Moriles), una cucharadita pequeña de jengibre en polvo y dejar macerar la carne de pollo en ésta salsa durante una hora aproximadamente. ( No es necesario más tiempo).
Mientras trocear un pimiento pequeño amarillo en tiras alargadas (en su defecto puede ser pimiento verde o rojo, es cuestión de estética, aunque el amarillo es más dulces).
Trocear media cebolla blanca en trozos alargados igualmente. Cuatro o cinco champiñones cortados en láminas y una zanahoria igualmente en tiras alargadas.
Reservar la verdura y freir las almendras (AQUI verán como las preparo).
En una cacerolita cocer en agua con un pellizco de sal arroz tipo thai (lo encuentran en cualquier gran superficie) siguiendo las instrucciones del fabricante. Una vez cocidos, enfriarlo pasándolo por agua fría con objeto de cortar la cocción, escurrirlo bien y reservar.
En una sartén amplia y con fondo o wok echar un chorreón de aceite de oliva virgen extra, una vez esté caliente echar el pollo y sofreír durante unos minutos hasta que el liquido evapore.
Agregar la verdura y saltearla junto con la carne a fuego fuerte, aproximadamente durante diez minutos. Salar al gusto (teniendo en cuenta que la soja aporta un toque un tanto salado)
Echar el arroz y mezclar bien, dejándolo sofreír junto con la verdura y la carne durante unos minutos.
Añadir las almendras y servir.
¡¡ Buen provecho !!