Con olor a lluvia, a tierra mojada han ido pasando los días, casi 40 días confinados, #YoMeQuedoEnCasa por el corona virus, días grises, tristes, lluviosos, como si la naturaleza acompañara el dolor y la preocupación de los duros momentos que nos ha tocado vivir; Málaga que es donde vive el Sol, desde que no tuvimos más remedio que estar en casa, sin poder salir, el tiempo que nos ha acompañado es un reflejo sombrío de nuestro pesar.
La naturaleza parece que nos quiere comunicar su tristeza en ésta rara e inusual primavera, su melancólica música de cantos de pájaros, junto al ruido del viento que mueve las ramas de los árboles que se bambolean al compás de las gotas de agua que golpean suavemente en los cristales de mis ventanas, en las baldosas de mi patio y en el pequeño porche no es lo habitual y lo normal en la Costa del Sol malagueña, o a mí me lo parece. Escucho cada sonido y procuro disfrutar de éstos días grises que me aportan una triste y melancólica esperanza.
Días y días con un cielo encapotado, con nubes, casi sin ver el Sol; días en los que pienso que mis sentidos están dormidos, necesitando despertar de una vez por todas, de golpe, como si en estas más de cinco semanas hayan estado dormidos, lánguidos y decaídos por meses.
Sigue la lluvia y salgo al porche, soñando en que todo vuelva a la normalidad, que termine éste mal sueño, ésta pesadilla; me parece mentira que deseo oir a los niños jugar y cantar en el colegio del final de mi calle, los ruidos de los coches pasar, las conversaciones de mis vecinos en las puertas de sus casas y de quienes pasan caminando por la acera. Las gotas caen fuerte, huele a lluvia y el aire me trae el olor a café recién hecho, calentito, me lleva hasta mi cocina, huele bien, muy bien, a café, a bizcocho recién horneado, huele como éstos hermosos días grises.
Hacía mucho, mucho tiempo que no horneaba bizcocho y mi familia me lo pedía un día sí y otro también, pero no tenía harina en casa, ni tan siquiera normal (ni para freir pescado, válgame Dios); imposible encontrar harina en los super mercados cercanos a los que acudo una vez a la semana, a todo el mundo le ha dado por hacer pan, bizcochos y madalenas ¡algo bueno tenía que tener éste confinamiento! ¿Cómo voy a hacer bizcocho si no encuentro harina desde hace más de tres semanas?
Y la solución me la dio una gran bloguera que domina los pasteles, los dulces, una increíble artista del fondant a quien conocí personalmente gracias a la blogosfera: hazlo con galletas.
Comencé a seguirla hace años, cuando el “boom” de ésas obras de arte de pasteles, me llamó la atención su blog, CAKEMOL (En aquella época era si mal no recuerdo La Cocina de la Srta.Mol), unas magnificas recetas, unas geniales fotos y puesta en escena y comprobar que era malagueña; me llamó la atención que “Sánchez” era su apellido..Una mujer bellísima, con unos increíbles ojos de color azul, el color del mar; inteligente, economista y deportista. Pero cual fue mi sorpresa saber que era la hija mayor de mi primo hermano Guillermo.
Mis abuelos paternos, Padre y Madre, inculcaron a sus hijos y éstos a nosotros sentir una pasión especial por la familia, querernos y estar orgullosos de nuestros orígenes. La familia ha ido creciendo, hoy en día hasta cuatro generaciones y la vida hace que cada uno siga su camino, que nos veamos solo en momentos difíciles y dolorosos, pero todos, absolutamente todos estamos unidos por un “hilo rojo” especial y que nos sintamos cerca aunque estemos lejos.
Y a pesar de los pesares, la cocina nos une a Lidia y a mi.
Gracias a ella, preparé éste delicioso, suave, esponjoso bizcocho sin harina. Que sorprende por su sabor, su originalidad y sobre todo por su textura, manteniéndose esponjoso durante varios días.
Siguiendo sus pasos, su receta, sus consejos, pero le añadí un toque personal: zumo y ralladura de naranja.
¿CÓMO LO HICE?
INGREDIENTES:
250 grms.de galletas tipo María dorada, 70 grms. de cacao en polvo, 120 grms. de azúcar blanca, 14 grms. de levadura química, 4 huevos medianos, 100 grms. de aceite de girasol, 175 grms. de leche entera, 25 grms. de zumo de naranja, la ralladura de la piel de una naranja.
LOS PASOS A SEGUIR:
Precalentar el horno a 180º C (calor arriba y abajo)
Triturar las galletas hasta convertirlas en un polvo lo más fino posible (utilicé el robot de la batidora. Si no tienen ésta posibilidad, meter las galletas en una bolsa y pasarles un rodillo o mortero).
En un cuenco echar las galletas trituradas, incorporando el cacao, el azúcar, la ralladura de la naranja y la levadura. Mezclar bien.
En otro recipiente, echar los huevos, el aceite, la leche y el zumo de naranja. Batir bien y una vez integrados todos los ingredientes, añadirlo al cuenco de las galletas, removiendo de forma que quede homogéneo todos los productos.
Engrasar un molde con aceite, espolvorear con un poco de polvo de galletas por toda la zona. Retirar el exceso de galletas golpeando boca abajo el molde en cuestión.
Echar la masa en el molde
e introducirlo en el horno, dejando hacer durante unos 40 minutos aproximadamente. Comprobar que esté hecho pinchando el bizcocho, tiene que salir seco.
Sacar del horno, dejar enfriar antes de desmoldar.
Lidia, lo cubrió con chocolate, da la opción de hacerlo con un ganache (derritiendo unos 100 gr de chocolate fondant al microondas con una cucharita de mantequilla y unos 50 gr de nata (crema de leche) líquida) o con una crema de cacao, decorándolo dejando volar la imaginación. (Es una artista...)
En “Mi Cocina” lo quisieron tal cual.
Sea como fuere, ánimo y fuerza para todos, especialmente para aquellos que sufren, para quienes perdieron a seres queridos, para quienes luchan desde primera línea contra éste mal que domina el mundo. ¡¡ Va por ellos y por quienes nos quedamos en casa !!