Por mi edad, y no me considero mayor sino que ya hay otras prioridades en mi vida, sé que no podré hoy por hoy realizar algunas cosas que siempre quise hacer: tocar bien la guitarra y aprender a tocar el piano, son algunos ejemplos. Y sé lo que nunca me gustó hacer y que no conseguiré hacer: los trabajos manuales.
Trabajos manuales era una de las asignaturas de bachillerato, donde me tenía que ayudar mi madre: hacer un bolso con cartón y tela, recuerdo que lo hicimos con los trozos de un chaquetón que me hizo mi madre, de pana amarilla muy al estilo de finales de los 60, un muñeco de trapo, lástima que no lo conservo, hicimos un cenachero vestido de marengo vendiendo “pescaitos”; y es que nunca se me dio bien ni tan siquiera jugar con la plastilina, ni envolver un regalo, ni hacer un lacito....pero es que no me gusta y he de reconocer que la paciencia no es lo mio.
Pués igual me ocurre en la cocina: decorar platos y sobre todo bizcochos o pasteles no se me da nada bien, unido a mi torpeza y a la falta de tiempo, me viene de maravilla el refrán: “Se junta el hambre con las ganas de comer”
Es por ello, por lo que admiro a aquellas personas que con una base, un simple bizcocho o unas galletas hacen verdaderas obras de arte, dignas de estar en un museo o formar parte de la decoración de una habitación infantil.
Hace tiempo descubrí un blog malagueño: Pan, dulces y otras palabras, su autora es Mariló, es profesora (como mi hermano), maestra como ella se denomina y la sigo no solo por sus pasteles, galletas, fondant etc., sino porque me encanta como escribe, me gustan sus historias, sus anécdotas divertidas con sus pequeños alumnos, me hacen reir, aunque hay momentos también un tanto melancólicos en sus vivencias.
No hace mucho, comenzó a enseñar (que es lo suyo) a quienes quisieran aprender a hacer algo que ella domina perfectamente: decorar y “diseñar tartas” y de ahí junto con su hermana Susana, abrir en la capital malagueña un establecimiento donde comprar todo lo necesario para el mundo de la pasteleria, aunque tambien a través de su página web: La casita dulce de las Flores.
Aunque no las conozco personalmente, sé que con ésta base de un bizcocho ¿malagueño? con aroma a jazmín, ellas harían una decoración magnifica, me lo imagino todo blanco, con un ramillete de jazmines con sus hojas y tallos verdes y los capullitos con un toque morado como los atarcederes a la orilla del mar, y esos jazmines blancos, olorosos y dulces..... pero de momento, solo sé hacer el bizcocho, ellas las artistas seguro que lo “bordarían” y harían de él una obra de arte comestible.
Aunque en los calurosos meses veraniegos no suelo preparar bizcochos, en ésta ocasión voló mi imaginación después de preparar el helado de jazmín y pensé que un bizcocho con aroma de jazmines tenía que estar riquísimo, por lo que había que hacerlo en estas fechas ya que en invierno no florece tan malagueña flor.
¿Cómo lo hice?
Enjuagar los jazmines (recogerlos recién abiertos a ser posible) y escurrir.
Hervir un vaso de agua e infusionar los jazmines durante una hora, colar y reservar la leche.
Precalentar el horno a 180º C y engrasar un molde con mantequilla.
Batir 170 gramos de mantequilla a temperatura ambiente con 170 gramos de azúcar blanca, hasta que blanquee y esté cremosa.
Añadir tres huevos, uno a uno sin dejar de batir.
Agregar el vaso de leche y tamizar 110 gramos de harina especial para bizcocho (uso Harimsa) e incorporar previamente en ella un sobre de levadura, removiendo hasta que quede bien integrada.
Echar la masa en el molde y hornear durante unos 25 minutos aproximadamente (depende del horno y del molde que se utilice) hasta que esté dorado.
La prueba: meter un palillo y que salga seco.
Desmoldar y adornar con jazmines.
Disfruten de él y visitando a Mariló y a Susana, tanto en el blog, como en su web.