Los dulces que preparaba tanto mi madre como mi abuela, eran esos tradicionales malagueños que se hacian generalmente fritos; por lo que me siento bastante inexperta en ésta faceta que he ido aprendiendo a base de experimentar y con la ayuda de libros de receta o a través de internet, sobre todo de las maravillosas maestras cuyos blogs visito y que admiro.
No es necesario que diga sus nombres, ya que suelo dejarles mis más sinceros comentarios.
En ésta ocasión he vuelto a preparar otro bizcocho del ya tan comentado libro: 500 pasteles de Susannah Blake; ya he perdido la cuenta de los que me quedan por hacer aún, pero he de comentar que cada uno de los que preparo nos encanta.
En ocasiones los pasteles más sencillos resultan los más deliciosos y éste bizcocho, sencillo, dorado, tierno y con sabor a limón no ha sido una excepción.
Según la autora, el nombre le viene, porque en el siglo XIX se servía acompañado de un vaso de vino de Madeira, yo les aconsejaría cambiaran ese vinito dulce por uno de mi tierra: un Málaga Virgen, y así le cambiamos el nombre al bizcocho, "bizcocho malagueño" ¿les parece?
Para hacerlo, seguí el paso a paso siguiente:
En un cuento batir 220 gramos de mantequilla a temperatura ambiente con 140 gramos de azucar blanca, hasta que esté cremosa.
Añadir, sin dejar de batir, tres huevos de uno en uno. Tamizar 170 gramos de harina (uso la que ya trae la levadura incorporada) e ir removiendo hasta que todo esté bien mezclado.
Añadir la cáscara de un limón rallado y el zumo de un limón, procurando dejar la mezcla bien homogénea.
Echar la mezcla en el molde previamente engrasado, introducirlo en el horno calentado a 180º. Hornee durante aproximadamente unos cincuenta minutos o hasta que un pincho (uso uno largo de madera) salga limpio en el centro.
Dejar enfriar, desmoldar y espolvorear con azucar glas.