Se pueden congelar crudas, pero según he leído, tienen más posibilidades de ennegrecer o cristalizar, así que probé con esta técnica y he comprobado que quedan perfectas. Hay que descongelarlas antes de utilizar, pero vale la pena.
Compré unos 600 g. que dividí después en 6 bolsitas y nos sirven para cremas, arroces, bechamel, revueltos y un sinfín de posibilades. Su sabor es tan personal que marca la diferencia de cualquier plato.
Lavamos los revollones para quitar toda la tierra y ramitas que suelen traer.
Los extendemos sobre un paño limpio con el sombrero bocabajo y dejamos que se sequen bien.
Los cortamos en trozos del mismo tamaño.
En una cazuela ponemos aceite de oliva y un par de ajos partidos por la mitad.
Sofreímos unos segundos y añadimos las setas.
Cocinamos a fuego fuerte, removiendo durante 10 minutos.
Dejamos que se enfríen por completo antes de meterlos en bolsas especiales para congelar.
Atamos quitando todo el aire posible. Metemos en el congelador.