Es muy sencillo, lo único más engorroso es pelarlos, pero tampoco demasiado.
Lavamos bien los pimientos y los colocamos sobre la bandeja del horno. Los rociamos con un chorrito de Aceite de Oliva Virgen y si queréis echáis un poco de sal, pero no es necesario.
Con el horno caliente a 180º, los introducimos a media altura y los dejamos alrededor de una hora, dándoles la vuelta a los treinta minutos.
Una vez asados, los dejamos templar en la misma bandeja o en una fuente, tapádolos, lo que hara que con la condensación, la piel se separe y sea mucho más sencillo pelarlos.
Cuando estén fríos, los pelamos, quitamos el tallo, las semillas y los partimos en tiras.
Si no los váis a consumir en un corto plazo, es aconsejable congelarlos o envasarlos al vacío; para esto último tendréis que usar botes de cristal limpios, los rellenamos con las tiras de pimiento, un diente de ajo, el propio jugo que han soltado al asarse y un poquito de aceite de oliva; dejamos como un dedo vacío hasta el borde del bote y cerramos. En el fondo de una cacerola grande, colocamos un trapo (para que los botes no se rompan al hervir y moverse), introducimos los botes y los cubrirmos totalmente con agua, los dejamos hervir durante unos 10-15 min.
Cuando se templan, sacamos los botes y los dejamos enfriar boca abajo.
Con esta técnica os aguantarán hasta un año.