Éste va a ser mi primer post para ¡Qué rico, Mamá!, un nuevo grupo al que me he apuntado y con las que me lo paso genial, pero por cuestiones de salud no me ha dado tiempo a terminarlo. De todas formas, las chicas me han dejado que lo ponga y aunque sea un poco tarde, voy a publicarlo. La anfitriona del reto de este mes es Tamara, del blog Flor de Azahar y nos ha propuesto hacer una receta de bollería industrial casera. La verdad es que me encantó el tema cuando lo supe.
Nuestros peques se ven bombardeados con un montón de pastelitos, de sus personajes favoritos de dibujos, que le dan estampitas y ellos se vuelven locos. Sin embargo, esos pastelitos tienen un montón de componentes que hacen que la bollería industrial sea mejor no tomarla, y menos a diario. Sin embargo, todos esos pastelitos se pueden hacer también de forma casera y resultarán mucho más ricos y saludables que los que venden. No es que sean tampoco para tomar todos los días pero lo que sí sabremos es que están tomando algo mucho más sano y totalmente casero.
Para este tema, yo elegí unos croissants. Hace un año que vi una receta y los tenía apuntados en mi lista de futuras recetas para hacer. En el blog de La receta de la felicidad, Sandra Mangas nos hace unos croissants con una masa excelente. La verdad es que estoy muy orgullosa de cómo han quedado mis primeros croissants y desde luego, repetiré porque están buenísimos. Tienen un sabor estupendos, son esponjosos y nada pesados, a pesar de la mantequilla que llevan. A todos les encantó cuando los probaron. Les llevé a las chicas del cole de mis hijos, que son encantadoras, para desayunar y me dieron hasta besos y abrazos. Me dijeron que les había alegrado el día con ese desayuno tan estupendo. La verdad es que cuesta tan poco hacer feliz a la gente que deberíamos fomentar más esta actitud. Aunque me gusta recibir, pero dar y que te lo agradezcan así, para mí es suficiente.
Quería comentaros un poco sobre la historia del croissant como sabéis que me gusta hacer cuando hay algo interesante que decir.
La palabra "croissant" viene del francés y significa "creciente", por la forma que tiene de media luna creciente y no, como puede creerse, porque la masa crezca al fermentar.
También podemos pensar que es de origen francés por su nombre, pero no es así. El croissant es originario de Viena. Aunque hay muchas leyendas sobre el croissant, según parece fue la victoria sobre los otomanos la que dio su origen y la forma de media luna la que hacía referencia a la bandera otomana. La introducción del croissant en Francia no se produce hasta principios del siglo XIX (1838-1839) cuando un oficial austriaco montó una panadería vienesa en París y sus kipferl (antecesor del croissant) tuvieron un gran éxito. Pronto se hizo famoso y, así mismo, los franceses lo tomarían como tradicional de su país y de sus desayunos.
Los croissants los podemos tomar rellenos de cremas dulces o de productos salados a modo de sandwiches. Pero, esta vez, yo me he decidido por dejarlos tal cual, sin rellenar para apreciar totalmente su exquisitez y me han sorprendido gratamente. Nunca los había probado antes recién hechos y están formidables. No recomiendo comerlos muy calientes porque saben demasiado a mantequilla (me quemaba hasta la lengua pero quería saber cómo habían salido). Es preferible dejar que se enfríen bien, no seáis impacientes como yo.
Bueno, os dejo la receta y os invito a que la hagáis porque no sabréis lo que es un croissant de verdad hasta que no la probéis.
CROISSANTS
Ingredientes: (para unos 12-15 croissants medianos)
-Para la masa madre:
170 gr. harina de fuerza
25 gr. levadura fresca
100 ml. leche normal
-Para la masa principal:
340 gr. harina
100 gr. mantequilla
80 ml. agua
1 huevo
-Para hojaldrar:
250 gr. mantequilla fría
-Para pincelar antes de hornear:
1 huevo
1 cda. azúcar
1 pizca de sal
-Para pincelar al salir del horno:
80 gr. azúcar
30 ml. agua
Preparación:
-De la masa madre o esponja:
En un bol grande, ponemos la harina y le echamos la levadura por encima, deshaciéndola con los dedos. Vertemos la leche y mezclamos con las manos hasta que nos quede una mezcla homogénea y formamos una bola.
Llenamos otro bol grande con agua templada (es decir, que al meter el dedo no notemos ni frío ni calor) y ponemos la bola de masa dentro. El agua debe cubrir la masa. (Si el agua está demasiado caliente la bola se empezará a deshacer, por eso tiene que estar templada).
Dejamos unos 15 minutos hasta que doble su volumen y flote. Entonces a estará lista para nuestro siguiente paso.
-De la masa principal:
Ponemos en un bol grande todos los ingredientes de la masa principal y los mezclamos un poco.
A continuación, echamos la esponja y mezclamos bien con las manos o con una amasadora. (Yo esté paso lo hice con la amasadora para ir un poco más rápido pero no es necesario, porque luego tuve que pasarme a la forma manual).
Una vez que todos los ingredientes están unidos y la masa es manejable, la pasamos a una encimera enharinada y la amasamos durante unos 10-15 minutos más.
La de arriba es la foto de la masa sin amasar aún los 10-15 minutos. La de abajo es la misma masa pero habiéndola amasado durante unos 10-12 minutos. ¿Veis la diferencia?
Una vez amasada, hacemos una bola, la metemos en un bol, y la tapamos con un trapo limpio, dejándola levar durante 1 ó 2 horas, hasta que doble su volumen.
-De la mantequilla para hojaldrar:
Mientras la masa leva, preparamos la mantequilla para hojaldrar y para ello, metemos el bloque de mantequilla en una bolsa de congelación de las grandes y, con el rodillo, primero dando golpes y luego amasando, la extendemos hasta que ocupe toda la bolsa.
Una vez estirada, la metemos en la nevera, sobre plano, hasta que la masa principal haya levado y esté lista para usar.
La mantequilla debe estar dura cuando la vayamos a utilizar y, hay que tocarla lo menos posible para que no se ablande y se rompa. Cortaremos la bolsa con unas tijeras para sacarla.
-Del hojaldrado:
Cuando haya levado la masa principal, la estiramos sobre una encimera un papel de film hasta que obtengamos un rectángulo de 40 x 30 cm.
Entonces ponemos la mantequilla estirada en medio del rectángulo, doblamos los bordes hacia el centro y cerramos la junta de los dos extremos con los dedos.
Envolvemos la masa en el mismo plástico donde la hemos estirado y la metemos en el congelador unos 30 minutos.
Pasados los 30 minutos, sacamos la masa y la extendemos sobre el plástico de nuevo, hasta que tenga otra vez unos 40 x30 cm.
Hacemos entonces una vuelta doble, es decir, llevamos los extremos hacia el centro y luego, volvemos a doblar otra vez. Ahora, lo envolvemos en el plástico y la metemos en el frigorífico durante otros 30 minutos.
Pasado este tiempo, la sacamos y la volvemos a extender. Esta vez no hace falta que sea tan grande, más bien tiene que ser alargada.
Hacemos entonces una vuelta simple, es decir, doblamos como si fuese una carta, primero un extremo hacia la mitad y luego el otro encima. Lo envolvemos en el plástico y lo volvemos a meter en el frigorífico unos 30 minutos más.
Pasados los 30 minutos, sacamos del frigorífico le quitamos el plástico y partimos la masa a la mitad. Reservamos una parte envuelta en el plástico en el frigorífico y trabajamos con la otra.
En esta foto se aprecian bien las capas de mantequilla, cómo se han mezclado con nuestra masa para hacer el hojaldrado.
Estiramos la masa hasta que tenga unos 5 mm de grosor. Hacemos un rectángulo grande de unos 30x20 cm y vamos cortando triángulos de 10x20 cm. (La verdad es que lo del corte es un poco complicado para no desperdiciar mucha masa, por eso me decidí a hacer una plancha grande y a partir de ahí, cortar triángulos, así se aprovecha toda la masa de una vez).
Para que nos salgan los cuernecitos, le hacemos un corte en la base del triángulo y al enrollar los triángulos, tiramos de los picos de la base,dándoles vueltas para que formen los cuernos.
Ponemos sobre una bandeja con papel de hornear y los dejamos levar hasta que doblen su volumen (sobre una hora).
Repetimos la operación con la otra parte de la masa.
-De la mezcla para pincelar antes de hornear:
Preparamos la mezcla de huevo, azúcar y sal para pincelarlos antes de meternos en el horno, simplemente mezclando en un bol todos los ingredientes.
Una vez hayan levado los croissants, los pincelamos con la mezcla y lo metemos al horno precalentado a 170º unos 10-15 minutos (los míos estuvieron entre 15-20 minutos porque mi horno es más bien flojito. Además, los puse en la bandeja segunda, empezando por abajo y no se doraron mucho. La segunda bandeja que metí, los puse en la tercera empezando por abajo y quedaron más doraditos). Bueno, como siempre digo, cada horno es un mundo.
-Del almíbar para cuando salgan del horno:
Preparamos un almíbar mientras se hacen nuestros croissants. Para ello, ponemos en un cazo todos los ingredientes y calentamos hasta que tengamos una mezcla transparente.
Recién salidos del horno, esparcimos el almíbar por encima y listos. Dejamos enfriar.
Simplemente deliciosos. Bueno, pues con esta receta participo en el reto de este mes de febrero de ¡Qué rico, Mamá! Y desde luego así ha sido porque en mi familia volaron en el día. Espero que os guste.
También participo con este post en el Carrusel de Blogs nº 12 de Las Cosas Ricas de Gaby y resultó ganadora. Pinchad aquí y lo veréis.