Las croquetas, que no cocretas, ni crocretas pasó a formar parte de la tradición culinaria y gastronómica de mi cocina, no hace muchos años gracias a mi suegra Paquita, toda una experta en croquetas a base del puchero.
Poco a poco fui descubriendo que el sabor suave de la bechamel, tal y como yo las hago siguiendo sus pasos, admite cualquier acompañamiento, de ahí que en el directorio de mi blog puedan encontrar (con ésta entrada) trece recetas de croquetas, trece sabores y texturas diferentes a cual más rica aunque para mi gusto personal, la clásica de carne del puchero, la de “pringá”, de jamón serrano, de morcilla de cebolla y de salchichón malagueño son las que más me gustan y las que antes se terminan cuando las preparo.
En ésta ocasión las preparé con queso manchego curado.
Cada vez que preparo croquetas con un ingrediente diferente en su interior, lógicamente quiero hacerles una foto para poder subir la receta al blog, a lo que mi marido me indica: !! sí ya has subido las croquetas ¡¡ No se distinguen y parecen las mismas.
Y tiene toda la razón del mundo, aún no se ha inventado la cámara con rayos “X” o bien que logren transmitir, el sabor y la textura de los alimentos a través del ordenador.
A ello se suma, que no hago fotos del paso a paso, craso error quizás por mi parte ya que quizás con una sólo fotografia de lo que cocino, no gano muchos adeptos y con total seguridad menos visitas, aunque a pesar de ello se producen una media de 550 visitas diarias (me encantan las estadísticas).
Así que insisto una vez más a fuerza de ser pesada que la cocina es experimentar, hacerlo uno mismo, meter las manos en la masa y conseguir el resultado final a base de probar una y otra vez, eso sí disfrutando de la cocina casera y del resultado que tarde o temprano da la experiencia.
Mi hija aún no ha probado a hacer la masa, pero éstas en concreto ya les ha dado forma, obteniendo mi mismo resultado.
¿Cómo las hago?
Rallar el queso manchego y reservar.
En una sartén con un correoncito de aceite de oliva pochar a fuego lento una cebolla pequeña fresca, mediana, salándola al gusto, con cuidado de que no se llegue a quemar; debe quedar transparente.
Agregar harina de trigo y rehógala, sin que llegue a dorar demasiado.
Añadir el queso rallado y una cucharadita de café de nuez moscada, mezclando bien todos los ingredientes.
A continuación echar un vaso de leche caliente, poco a poco y removiendo continuamente para que no se formen grumos, hasta que la masa quede homogénea y se despegue de las paredes de la sartén.
Dejarla enfriar totalmente (dos o tres horas) a temperatura ambiente.
Cuando la masa ya esté fría, formar las croquetas con las manos y pasarlas por huevo batido y pan rallado (en ese mismo orden).
Una vez rebozadas las croquetas, aconsejo dejarlas reposar en el frigorífico unas horas
Freir en abundante aceite caliente hasta que estén doradas (siempre las hago en freidora).
Deposítarlas sobre papel absorbente para eliminar el exceso de aceite.
Mi “truqui”:
Tengo por costumbre moldear todas las croquetas, posteriormente en grupos pequeños ir mojándolas en el huevo y seguidamente en un bol donde he puesto el pan rallado introduzco el grupito de croquetas, removiendo enérgicamente.
Con el roce, unas con otras, dentro del pan rallado se terminan de moldear y quedan perfectas, tal y como ven en las fotos.
Por cierto, la cantidad de harina, va a razón de la cantidad que se quiera hacer, suelo poner aproximadamente un vaso bien colmado; el queso cuanto más mejor, pero con cuidado de no pasarse.
Tardo bien poco en prepararlas y se ensucia menos “Mi cocina”, y ya si las moldea mi hija incluso disfruto viendo como hace sus pinitos en la cocina.
¡¡ Disfruten de las croquetas hechas en casa, no hay nada mejor que unas croquetas caseras !!