CROQUETAS DE "PRINGÁ" DEL PUCHERO MALAGUEÑO CON SU TOQUE DE HIERBABUENA



En éstos días de “confinamiento” por éste horror que nos ha tocado vivir, intento seguir mi rutina diaria de siempre lógicamente sin salir, siguiendo las pautas que nos indican #YoMeQuedoEnCasa y si ya de por sí, mi día a día está invadido de recuerdos, que incluso comparto en éste blog, en “Mi Cocina”, que sin darme cuenta con el paso de los años se ha ido convirtiendo en “Mi Libro de Bitácoras” del navegar de mi vida, hoy por hoy éstos recuerdos se acentúan con más fuerza si cabe.

Mientras realizo las tareas domésticas, las más cotidianas como cocinar, los recuerdos me llegan con todo lujo de detalles, me “teletransportan” a lugares conforme me llegan aromas de lo que voy cocinando, revivo momentos y experiencias del pasado. Como si el mundo se hubiera parado y vuelven a tomar vida las personas cuyas imágenes capté con mi cámara de fotos, que guardo en cajas por países y que vuelvo a ojear cada cierto tiempo.

Me viene a la mente y no sé por qué, aquel viaje a Brasil, a Salvador de Bahía, corría el año 1995. 25 años han pasado de aquella aventura, en la que desde Salvador de Bahía nos trasladamos en jeep, en una destartalada camioneta, a un lugar recóndito alejado de la “civilización”, un Parque Nacional llamado Chapada Diamantina donde el tiempo deja de contar.


Selva, montañas, cañones, ríos, cascadas, un entrañado de senderos en valles que surgen en medio de la exuberante vegetación, enclaves con formaciones calcáreas han creado piscinas naturales, subterráneas, en cuevas en las que sus aguas azules, cristalinas surgen en medio de la salvaje vegetación. En definitiva, naturaleza en estado puro.

Paramos a comer en uno de sus rústicos restaurantes, en mitad de la nada, junto a un pequeño poblado. Si hay algo que me llama la atención cuando viajo no sólo son los paisajes, la historia y la cultura de cada lugar, es la gente. Me encanta fijarme en las personas, en su forma de ser, de vivir, en conocer sus costumbresy sobre todo, el cariño, la inocencia, la naturalidad, el interés y la curiosidad de los niños. Pero sobre todo sus sonrisas y alegrías.


Ésos niños, que nos seguían asombrados, curiosos hasta el rústico restaurante, nos miraban mientras almorzábamos. Sus miradas se cruzaban con la mía, sus vivos ojos me transmitían una ternura asombrosa, quizás porque no sonreían, estaban pendiente de lo que ocurría en nuestras mesas.

Me levanté, me acerqué a ellos que estaban apoyados sobre el porche de madera, les pregunté ¿no vais a casa a comer? A lo que me respondió nuestro guía: esperan que terminemos, para que lo que queda en los platos, se lo darán a ellos. Se me hizo un nudo, no pude seguir con mi plato, me levanté y los hice pasar a ése comedor de suelo de madera, con techo de hojas de palmeras y les hice preparar una mesa y que le sirvieran como si de uno de nosotros se tratara.

Les vi comer, disfrutar de su postre, beber su “Coca Cola” como si no hubiese más días, me reí con ellos, canté con ellos y recordando ésos momentos el pecho se me hincha de felicidad y lo revivo.


Tal cual. Estoy allí otra vez. Vuelvo a sentir ésas emociones que se reviven, que son para toda mi vida. Que se han quedado en mi y no hay nada ni nadie que me las pueda borrar de mi memoria. Mis vivencias nunca se acabarán mientras pueda recordarlas.

Hoy, en éstos días de “cautividad” por el corona virus, mientras hago croquetas para mi familia, sigo pensando en aquellos niños. En sus ojos, en su momento de felicidad mientras degustaban aquella comida a que los invité como si uno más, cada uno de ellos, formaran parte de mi vida. Tengo grabada sus sonrisas en mi mente y en la lejanía, quiero pensar que siguen felices en su mundo y que ellos también recordarán aquel día, aquel almuerzo y mi sonrisa.

Y sigo haciendo mis croquetas, ésas croquetas que sacan una sonrisa de mi hija mientras me dice: mamá, son las mejores, las que más me gusta, después de las croquetas de salchichón malagueño, éstas de “pringá” del puchero con su hierbabuena.


¿CÓMO LAS HAGO?

INGREDIENTES PARA LA MASA:

Un vaso grande de caldo del puchero (en su defecto caldo de pollo), un vaso grande de leche entera, 75 grms. de mantequilla, una vaso de harina, media cebolla pequeña blanca dulce (tipo cebolleta), una rama de hierbabuena (seis hojas), un trozo de ternera y otro tozo de pollo (unos 300 grms. de la carne del puchero, una vez desmenuzada y sin hueso), sal.

"PRINGÁ" que se toma de segundo plato, tras el puchero malagueño: (para las croquetas sólo usaremos la carne de pollo y la de ternera)






INGREDIENTES PARA DARLES FORMA A LAS CROQUETAS:

Pan rallado, un huevo grande y sal.

PARA FREIR:

Aceite de oliva virgen extra.

LOS PASOS A SEGUIR:

Cortar la de cebolla en trozos pequeños. Cortar igualmente en trocitos lo más pequeños posible la carne de pollo y la de ternera. Conservar por separado.

Poner la sartén a fuego medio e incorporar la mantequilla, cuando esté derretida añadir la cebolla, removiendo durante medio minuto hasta que ésta comience a estar transparente.

Incorporar los dos tipos de carne, dejando pochar junto con la cebolla durante uno o dos minutos.


Añadir al refrito la harina e ir removiendo con una espátula de madera durante dos o tres minutos a fuego lento (así se consigue que la harina no sepa a cruda).




Echar el caldo de puchero (o de pollo) e ir removiendo, mezclando bien de forma que todos los ingredientes queden totalmente integrados, procurando que no queden grumos. Agregar la hierbabuena cortada en trocitos muy pequeños








A continuación echar la leche y salar al gusto, llevando a ebullición, sin dejar de remover continuamente con una paleta de madera, hasta que espese, pero que no sea una “plasta” demasiado dura (si necesitan echar un poco más de leche, éste es el momento) hasta que la masa no se pegue en las paredes del recipiente. Hay que procurar que queden ni muy espesa, ni demasiado clara.








Cuando se ha conseguido, pasar la masa a una fuente y dejar templar un poco.




Tapar con film transparente especial para cocina, así no le saldrá costra y dejarla enfriar a temperatura ambiente. La masa requiere un tiempo de reposo antes de darle forma. Yo suelo dejarla como mínimo unas cuatro o cinco horas.



Cuando la masa esté bien reposada y fría, comenzamos a empanar las croquetas, para ello preparar los elementos necesarios:

Batir en un plato el huevo con un pellizquito de sal; es conveniente batir durante uno o dos minutos a fin de que no queden partes de la clara sin batir bien, ya que se quedarían adheridos a la croqueta y caerían al pan rallado al rebozarlas, y lo llenaría de grumos. Si esto ocurriera, retirar con las manos.

En un cuenco con bastante fondo (a ser posible de plástico para que se pueda manejar bien), echar el pan rallado.


Un plato llano y el recipiente donde vayamos a colocar las croquetas.

Lógicamente y es obvio, las manos tienen que estar bien limpias o usar guantes especiales para cocinar (los que suelen usar los cirujanos.).

Coger una porción de la masa con la mano derecha; posar la mano izquierda en el pan rallado quedando éste adherido en parte en la palma lógicamente.

Poner la masa en la palma y haciendo movimientos tanto con las palmas de las manos, como con los dedos, ir dando la forma de croqueta (en ésta ocasión totalmente redondas, para poder diferenciarlas de otras croquetas que preparé que las hice alargadas) e ir dejándola en el plato llano. Unas al lado de otras, hasta que las tengamos todas hechas.


Ir empapando las croquetas en el huevo batido de forma que queden totalmente cubiertas de huevo.


Cogerlas una a una, escurriendo y pasándolas al cuenco de pan rallado, haciendo movimientos envolventes con cierta “energía”, de forma que irán rozando unas contra otras quedando el pan rallado bien adherido, lisas y redondeadas.


CONSEJO:

Antes de freir las croquetas es conveniente dejarlas que tomen “cuerpo” en el frigorífico durante unas cuantas horas como mínimo. Suelo tener un recipiente especial para ello con su tapadera correspondiente.


En éste momento se pueden congelar, descongelando totalmente, a temperatura ambiente antes de freírlas. A la hora de freírlas se puede hacer en sartén, una cacerolita con fondo o en freidora (ésta última es mi preferida, donde siempre las hago). Lógicamente aconsejo aceite de oliva y que el aceite esté bien caliente y siempre, durante toda la fritura, a temperatura constante.

No echar en el recipiente muchas croquetas a la vez (bajaría la temperatura del aceite y las croquetas quedarían grasientas) y que éstas queden sumergidas por completo en el aceite bien caliente como he indicado anteriormente .

Una vez fritas las croquetas (deben quedar bien doraditas), escurrirlas bien (la freidora ya tiene una cestita para sacar las piezas del aceite; si se usa sartén u otro recipiente usar un colador para freírlas) y posteriormente colocarlas en un papel de cocina a fin de que éste absorba el excedente de aceite.

Ya sólo queda disfrutarlas: como aperitivos, para la cena, como segundo plato..



MeQuedoEnCasa (Corona-virus)

Fuente: este post proviene de Blog de Mi Cocina Carmen Rosa, donde puedes consultar el contenido original.
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