Allí se encuentra La Lechería, una Posada real que además del buen gusto con el que está puesta, cuenta con unos dueños entregados. Y eso se nota y ¡¡¡se agradece!!!
La posada es un inmueble de piedra, reformado durante dos años que en su día, como su nombre indica, era una lechería y posteriormente se usó como taller textil. Cuenta con nueve habitaciones nombradas como pueblos desaparecidos de la zona maragata. Nosotros nos hospedamos en una habitación llamada Muga y no, no había una botella de vino esperándonos sobre la mesilla....
Las habitaciones son acogedoras y agradables. Destacan las zonas comunes donde puedes descansar al lado de la chimenea mientras disfrutas de la lectura o de un rato de tertulia. En la decoración puedes encontrar detalles de fotos de la comarca y útiles del textil de la zona.
La estancia es preciosa y del aspecto culinario he de dar cuenta especial.
Por la mañana nos sirvieron un desayuno compuesto de zumo de naranja recién exprimida -¡anda que no se nota!- bizcocho de manzana muy jugoso, café y leche, unas rebanadas de pan de hogaza tostado, unas mantequillas originales de pistacho y de chocolate, además de la tradicional, junto con unas mermeladas caseras de kiwi, de melocotón y, la que a mí más me gustó, de frambuesa.
Para cenar, el chef Rubén nos sugirió el menú degustación y gran idea fue el dejarle hacer.
Tengo que decir que no sólo disfruté de la compañía, del buen servicio, del vino blanco bien fresquito y de la exquisita atención. La cena fue un placer para la vista....y para el paladar!!!
Comenzamos con un entrante de cecina de la zona con polen de abeja y chutney de piña.
Seguimos con unas verduritas al dente con vieira a la plancha que nos llamaron la atención y que ya tengo en mente para intentar repetir en casa; ¡espero que consiga ese punto de cocción para mis verduras!
Luego nos presentaron una coca especiada con cebolla caramelizada, setas y foie que nos sorprendieron gratamente.
El plato de pescado fue un lomo de bacalao al ajo tostado, con patatas confitadas al pil pil y chutney de pimientos. ¡Aún nos estamos relamiendo!
Finalizamos con un cochinillo asado con salsa de naranja, falso tocino y gominolas de manzana; la carne tenía una textura perfecta, el falso tocino de patata y bacon muy original y las gominolas de manzana la única pega que tuvieron es que ¡no nos pudimos llevar una bolsita para casa!
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Llegó el punto en el que el chef se jugaba las dos orejas: el postre. Nos sirvieron una sopa fría de chocolate blanco y yogur, con reducción de vino tinto y frutos rojos. Decididamente un postre original y a la altura del resto de la cena. ¡¡Que le den la vuelta al ruedo!!
No soy muy dada a recomendar al 100% algo, aún a pesar de haberlo probado, porque los gustos son muy variopintos y lo que a mi me gusta a rabiar, puede que a tí no te haga tanta gracia...Pero esta vez si, esta vez me voy a arriesgar, porque estoy convencida de que si vas a La Lechería, disfrutarás del conjunto tanto... que querrás repetir!!!!
Yo, por mi parte, deciros que volveremos. SEGURO!!!!
Gracias por todo, Rubén. Un placer haberte conocido y haber probado tus platos.
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Fuente: este post proviene de Cuadernos de cocina, donde puedes consultar el contenido original.
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