A partir de los primeros días de Junio del año 71, cada mañana nada más abrir las puertas de la empresa en la que empecé a trabajar (productos japoneses, dueños hindúes), comenzaba un ritual que al principio para mi resultó extraño y con el paso del tiempo llegó a ser algo habitual, a lo que me acostumbré por completo y llegué a observar con todo el respeto que me merecía. Una vez traspasada la recepción y las oficinas, se podía acceder al almacén de mi empresa; en un discreto apartado había un pequeño altar, donde las fotos de varios dioses estaban discretamente colocadas, en el centro, en un lugar preferente una colorida y espectacular imagen de Shivá. Con devoción, el Sr. Shantu, gerente, encendía varias varitas de incienso, rezaba unos minutos, con sus manos unidas, posteriormente hacia un movimiento repetitivo con las manos de tal forma que el humo que desprendían le llegaba hacia su cara y parecía que se lavara e impregnara de ese olor casi divino. El olor, el silencio, la meditación y el rezó de mis compañeros hindúes sin darnos cuenta nos eran transmitidos; comenzaba la rutina profesional, laboral con unos minutos de espiritualidad. Durante muchos, muchos años, muchísimos años, al igual que ese humo de incienso, quedaron en mi impregnados, todos los olores, sonidos, sabores, cultura e idiosincrasia de India. ¿Sería hindú en anteriores rencarnaciones? ¡¡ Quién sabe !! En el marco del hinduismo, Shivá es una de las deidades más importante es la tercera persona de la Trimurti (la Trinidad hindú), el dios destructor en la Tri-murti (tres formas) junto a Brahmá (dios creador) y a Visnú (dios preservador). Shivá con sus tres ojos (uno en medio de la frente) denota su capacidad de ver las tres divisiones del tiempo: pasado, presente y futuro. Existe una hermosa fábula protagonizada por Shiva: Cuenta la leyenda que creó y se enamoro de una bellísima doncella llamada Retna Dumila; para acceder a casarse con él, Retna le pidió que le consiguiera un alimento que saciara el hambre sin llegar a cansar a los humanos, fácil de transportar y almacenar, que a pesar de los esfuerzos de los emisarios enviados por Shivá, fue imposible encontrar. Cuando murió Retna, en su tumba brotaron una desconocida planta que cumplía los requisitos. El desconsolado dios ordenó a sus servidores: Repartid la simiente entre los hombres, pués ésta planta será su alimento principal La mitología hindú dice que Shiva, le puso nombre a éste cereal: al arroz, a aquellas semillas las llamó parí, base alimenticia de todo Oriente. El arroz está asociado a casi todas las religiones antiguas asiáticas, en India se sitúa hace siete mil años, en China se consumía hace cinco mil años, con harina de arroz los griegos clásicos elaboraban infinidad de recetas, en Egipto y Arabia hay constancia arqueológicas que demuestran su existencia y consumo varios siglos antes de Cristo, entre el siglo VIII y X, fue introdujeron en Al-Andalus, de donde Isabel la Católica tomó la costumbre de consumirlo, en especial el que llamaba manjar blanco (se elaboraba con harina de arroz, gallina y especias). En Mi cocina es un producto prioritario (ésta es la entrada de arroz número 40), no sólo en cuanto a utilizarlo en platos tradicionales malagueños, sino a las influencias que la cultura y la gastronomía oriental ha supuesto en mi vida: la hindú, china, tailandesa y japonesa. En ésta ocasión con una receta japonesa, donburi de pollo, piña y curry. Donburi, significa cuenco, es un plato tradicional de la cocina japonesa (se puede elaborar con una gran variedad de ingredientes, generalmente cocinados juntos y servidos con arroz blanco en un cuenco). Para prepararlo he usado los siguientes ingredientes: Una bolsa de arroz tipo basmati, una lata de piña en almibar, la parte blanca de una cebolleta (o cebolla dulce), 3 cucharadas de vino de arroz (en su defecto vino blanco), una cucharada de vinagre de arroz, una cucharada de salsa de soja, tres cucharadas soperas de aceite sésamo, una cucharada de curry en polvo, dos pechugas de pollo troceadas. ¿Cómo lo hice? Cocer el arroz siguiendo las instrucciones del fabricante en agua hirviendo con la cucharada del vinagre y un poco de sal. Una vez listo, escurrir y reservar. En una sartén echar el aceite y pochar la cebolleta a fuego lento, hasta que esté transparente. Agregar el pollo y rehogar. Añadir los trozos de piña cortados en cubitos y remover. Incorporar el curry, la salsa de soja, el vino de arroz, el caldo de la piña en almibar y salpimentar al gusto. Remover bien todo el conjunto y cocer unos minutos. Retirar y servir sobre el arroz, como es tradicional en Japón. Personalmente me gusta y prefiero mezclarlo como se puede apreciar en la foto. ¿Están preparados para coger los palillos? Pues a disfrutarlo, buen provecho.
DONBURI DE POLLO, PIÑA Y CURRY
A partir de los primeros días de Junio del año 71, cada mañana nada más abrir las puertas de la empresa en la que empecé a trabajar (productos japoneses, dueños hindúes), comenzaba un ritual que al principio para mi resultó extraño y con el paso del tiempo llegó a ser algo habitual, a lo que me acostumbré por completo y llegué a observar con todo el respeto que me merecía. Una vez traspasada la recepción y las oficinas, se podía acceder al almacén de mi empresa; en un discreto apartado había un pequeño altar, donde las fotos de varios dioses estaban discretamente colocadas, en el centro, en un lugar preferente una colorida y espectacular imagen de Shivá. Con devoción, el Sr. Shantu, gerente, encendía varias varitas de incienso, rezaba unos minutos, con sus manos unidas, posteriormente hacia un movimiento repetitivo con las manos de tal forma que el humo que desprendían le llegaba hacia su cara y parecía que se lavara e impregnara de ese olor casi divino. El olor, el silencio, la meditación y el rezó de mis compañeros hindúes sin darnos cuenta nos eran transmitidos; comenzaba la rutina profesional, laboral con unos minutos de espiritualidad. Durante muchos, muchos años, muchísimos años, al igual que ese humo de incienso, quedaron en mi impregnados, todos los olores, sonidos, sabores, cultura e idiosincrasia de India. ¿Sería hindú en anteriores rencarnaciones? ¡¡ Quién sabe !! En el marco del hinduismo, Shivá es una de las deidades más importante es la tercera persona de la Trimurti (la Trinidad hindú), el dios destructor en la Tri-murti (tres formas) junto a Brahmá (dios creador) y a Visnú (dios preservador). Shivá con sus tres ojos (uno en medio de la frente) denota su capacidad de ver las tres divisiones del tiempo: pasado, presente y futuro. Existe una hermosa fábula protagonizada por Shiva: Cuenta la leyenda que creó y se enamoro de una bellísima doncella llamada Retna Dumila; para acceder a casarse con él, Retna le pidió que le consiguiera un alimento que saciara el hambre sin llegar a cansar a los humanos, fácil de transportar y almacenar, que a pesar de los esfuerzos de los emisarios enviados por Shivá, fue imposible encontrar. Cuando murió Retna, en su tumba brotaron una desconocida planta que cumplía los requisitos. El desconsolado dios ordenó a sus servidores: Repartid la simiente entre los hombres, pués ésta planta será su alimento principal La mitología hindú dice que Shiva, le puso nombre a éste cereal: al arroz, a aquellas semillas las llamó parí, base alimenticia de todo Oriente. El arroz está asociado a casi todas las religiones antiguas asiáticas, en India se sitúa hace siete mil años, en China se consumía hace cinco mil años, con harina de arroz los griegos clásicos elaboraban infinidad de recetas, en Egipto y Arabia hay constancia arqueológicas que demuestran su existencia y consumo varios siglos antes de Cristo, entre el siglo VIII y X, fue introdujeron en Al-Andalus, de donde Isabel la Católica tomó la costumbre de consumirlo, en especial el que llamaba manjar blanco (se elaboraba con harina de arroz, gallina y especias). En Mi cocina es un producto prioritario (ésta es la entrada de arroz número 40), no sólo en cuanto a utilizarlo en platos tradicionales malagueños, sino a las influencias que la cultura y la gastronomía oriental ha supuesto en mi vida: la hindú, china, tailandesa y japonesa. En ésta ocasión con una receta japonesa, donburi de pollo, piña y curry. Donburi, significa cuenco, es un plato tradicional de la cocina japonesa (se puede elaborar con una gran variedad de ingredientes, generalmente cocinados juntos y servidos con arroz blanco en un cuenco). Para prepararlo he usado los siguientes ingredientes: Una bolsa de arroz tipo basmati, una lata de piña en almibar, la parte blanca de una cebolleta (o cebolla dulce), 3 cucharadas de vino de arroz (en su defecto vino blanco), una cucharada de vinagre de arroz, una cucharada de salsa de soja, tres cucharadas soperas de aceite sésamo, una cucharada de curry en polvo, dos pechugas de pollo troceadas. ¿Cómo lo hice? Cocer el arroz siguiendo las instrucciones del fabricante en agua hirviendo con la cucharada del vinagre y un poco de sal. Una vez listo, escurrir y reservar. En una sartén echar el aceite y pochar la cebolleta a fuego lento, hasta que esté transparente. Agregar el pollo y rehogar. Añadir los trozos de piña cortados en cubitos y remover. Incorporar el curry, la salsa de soja, el vino de arroz, el caldo de la piña en almibar y salpimentar al gusto. Remover bien todo el conjunto y cocer unos minutos. Retirar y servir sobre el arroz, como es tradicional en Japón. Personalmente me gusta y prefiero mezclarlo como se puede apreciar en la foto. ¿Están preparados para coger los palillos? Pues a disfrutarlo, buen provecho.
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