Aún recuerda la voz de su abuelo enseñándole el oficio, cuando no tenía edad de entender
Sus padres se hicieron cargo del negocio al casarse
El abuelo y sus padres, esa era la estampa. La imagen de ellos tres detrás del mostrador. Riendo, discutiendo, siempre amables con la clientela. Siempre los tres juntos
Nunca soñó con nada más. Estar detrás de aquel mostrador, como lo estuvieron ellos, era lo mismo que respirar, algo que se daba por hecho
Era la única carnicería del pueblo, así que la vida, sin excesos, no les había ido mal
Claro que sus padres hubieran querido algo mejor para él, un futuro menos esclavo. Él, no
En aquel pueblo y en su carnicería, tenía todo lo que le hacía feliz
Ya han pasado muchos años desde aquella decisión
Nunca se tuvo que arrepentir hasta unos meses atrás
Algo le quita el sueño, le acongoja: ya no soporta entrar en su carnicería
El olor a sangre le resulta insufrible, el pulso le falla al cortar las piezas de carne y una idea fija le atormenta
No puede dejar de pensar en el sufrimiento de los animales a los que descuartiza
Arcadas, sudores fríos, fiebre, mareos, cortes por sus intentos de no mirar al cortar
Lo que el creyó algo pasajero, se instaló en él y no encuentra manera de combatirlo
Dejar de comer carne en casa fue lo más fácil pero inexplicable para su mujer e hijos
La auténtica razón solo lo sabe su mujer, nadie más
¿Qué sería de él y del negocio si se supiera en el pueblo? Burlas, comentarios y se marcharían a comprar a otro pueblo, a otra carnicería como dios manda y no en una en la que el carnicero llora por el sufrimiento de los animales y come a base de verduras
¿Qué pinta un vegano o vegetariano, o lo que sea en lo que se ha convertido, en una carnicería?
Suerte de la cháchara perpetua de las clientas que le distraen de las piezas de carnes colgadas sobre su cabeza, del vicks vaporub que se aplica en las fosas nasales cada día para atenuar el olor, de su mujer que siempre está atenta para que no se lleve por delante un dedo de la mano
Su abuelo murió a los ochenta años, cortando un solomillo de ternera de cuatrocientos gramos. Tuvo la precaución de soltar el cuchillo antes de desplomarse en el suelo
Menos mal, piensa su nieto mientras corre a vomitar después de picar carne para unas albóndigas que le ha pedido la mujer del panadero
Él también ha tenido la precaución de acabar lo que estaba haciendo antes de volar hacia el lavabo
Nota: Relato inspirado por Maribel Gómez Gavilán
INGREDIENTES
6 filetes de cabeza de lomo
5 patatas medianas
1 cebolla
1 cabeza de ajo
2 hojas de laurel
1 cucharada de hierbas provenzales
2 cucharadas de pimentón dulce
200 ml de vino blanco
50 ml de coñac
Sal
Pimienta
4 cucharadas de aceite
ELABORACIÓN
Cortar la cebolla en juliana
Pelar las patatas y cortar en rodajas de medio cm de grosor
Sin pelar los ajos, darles un corte y ponerlos en una fuente honda
Añadir las hierbas provenzales, pimienta, sal, el laurel, el pimentón, el vino, el coñac y el aceite
Mezclar muy bien
Introducir en la mezcla los filetes de lomo. Deben quedar bien sumergidos
Dejar en el adobo un mínimo de 2h tapado con papel film en la nevera
Yo lo he dejado de un día para otro
En una fuente para horno colocar la cebolla, las patatas encima
Salar
Poner los ajos desgranados
Colocar los files encima
Verter el adobo por toda la superficie
Precalentar el horno a 200º
Hornear durante 60 aprox.
A mitad del horneado, dar la vuelta a la carne y verter por encima el líquido de la cocción
Receta de Las recetas tradicionales de cocina