Y con la receta que he utilizado son muy rápidas, tanto que desde que preparas la masa hasta que salen del horno pasa menos de una hora. Ideales para cumpleaños infantiles, donde seguro que no quedarán ni las migas.
Advertencia: ¡Cuidado con los lacasitos! Son tan ricos y los ves tan pequeñitos, tan coloridos, si es que hasta parece que son inofensivos... Y uno, y otro, y otro más... (hubo un momento que me los comía a puñados) y por poco me quedo sin lacasitos para las galletas.
Las galletas también podemos hacerlas de chocolate. En mi caso con cacao en polvo de que le ponemos a la leche en el desayuno.
La receta en concreto ya la preparé anteriormente, dándoles distinta forma y presentación. Os dejo el enlace AQUÍ
Ingredientes:
100 gr. de azúcar
200 gr. de mantequilla a temperatura ambiente
300 gr. de harina de trigo
Canela en polvo (opcional; a mí me gusta el toque que les da)
Lacasitos
Modo de preparación:
Pondremos la mantequilla en cubitos junto al azúcar y lo mezclaremos todo bien. Le añadiremos la canela, ya sabéis que es opcional. Y por último añadiremos la harina muy poco a poco mientras continuamos mezclando. Si queréis hacerlas de chocolate, simplemente hay que añadir un par de cucharadas de cacao en polvo a la masa.
No es necesario que amasemos demasiado esta masa, lo suficiente para integrar lo ingredientes. Podéis hacerlo a mano o a máquina, como más os guste. A máquina es muy cómodo, pero yo cada vez más lo hago a mano. Me gusta la sensación de la masa entre las manos y me relaja amasar.
Si preparáis las galletas en verano o en días de calor, os recomiendo poner la mesa a enfriar en la nevera durante media hora aproximadamente.
Si es invierno, no es necesario refrigerarlas.
Haremos bolitas de masa y después las aplastaremos con las manos. Después les pondremos encima los lacasitos. Dependiendo del tamaño de las galletas les pondremos más o menos lacasitos.
Con el horno precalentado a 200 ºC, meteremos las galletas en el horno unos 12 minutos. A mí me gustan mucho cuando están doraditas porque así se consiguen unas galletas más crujientes. El problema es que si las tenemos más tiempo dentro se empiezan a agrietar los lacasitos. Así que, sí no nos importa que queden un poco más feas podemos dejarlas hasta que estén doraditas.
Una vez fuera del horno, es conveniente dejarlas enfriar.
¡Y después a devorarlas!