La base de estas galletas es la mantequilla. En sí son unas pastas de mantequilla, como las de té, a las que se le añade un sabor/esencia/emulsión. En esta ocasión, y como la curiosidad nos podía, probamos poniendo a la masa una cucharadita de Princess, que es sabor a princesa. ¿Y a qué saben las princesas? Pues a almendras amargas. Sin más.
Como teníamos un poco de miedito a cagarla aquí sin tutora apenas usamos material: algo de fondant, glasa real, azúcar coloreado... Vamos, que pusimos en práctica las lecciones aprendidas y ésto fue lo que nos salió:
Mi pulso de octogenario las pasó canutas con la boquilla del 1 de Wilton y la glasa de delineado. Intenté hacer una especie de imitación de bordado megaguay que al final se quedó en un poco... no sé, algo raro. La última que hice fue la rosa con las perlitas, que me quedó mucho mejor que las demás porque ya apreté para romper con la bolsa y con todo.
Éstas fueron idea de mi novio, que se las apañó muy bien para modelar orejas y hocico sin estecas ni material alguno, y lo mismo para pintar los ojos con un palillo. ¿A qué están preciosas?
Las estrellas las hicimos con dos cortadores de estrella, obviamente. Por encima pusimos un poco de glasa y esparcimos azúcar que había pintado de color amarillo, naranja y rojo.
Y por último, pero no menos importante, el hombre de jengibre que no es de jengibre. Tenía ganas de hacer algo así desde que vi Shrek, y ya por fin un cortador tan chulo como este no me pude resistir.
Peeeeeero, las desgracias siempre aparecen cuando menos las esperas, y pasó en mi cocina. Uno de los hombres de jengibre se me cayó al sacarlo del horno y se partió. No lo quería tirar, así que tiré de imaginación y... en fin, vedlo vosotros mismos.