En el post anterior os hablé de las levaduras, y hoy le toca el turno a los más jóvenes de la familia. Mientras que las levaduras ya las usaban los antiguos egipcios para hacer pan, los gasificantes se emplearon por primera vez en el siglo XVIII.
2. Los gasificantes. También se llaman polvos de hornear, baking powder, impulsor, gaseosas o levadura química (de ahí la confusión). En España la más conocida es la “levadura Royal”. No son levaduras, porque no son bichitos vivos, sino productos químicos que al mezclarse con la parte líquida de la masa, forman burbujas de gas (dióxido de carbono, el mismo gas que producen las levaduras al fermentar) y así cumplen su función de esponjar la mezcla a la que se han incorporado.
Su efecto es como una efervescencia dentro de la masa, mayor o menor dependiendo de la cantidad de gasificante que pongas. No necesita tiempo de espera o tiempo de levado, porque su acción es inmediata. Si la masa a la que los incorporas es bastante líquida, podrás ver cómo se forman las burbujas. Si la masa es más espesa, no lo verás inmediatamente, pero en cuanto la metas en el horno la reacción se producirá dentro de la masa.
Se presentan en sobres y son unos polvos finos blancos. Químicamente, se componen de un ácido y un álcali (bicarbonato sódico, por ejemplo); también se les añade un elemento separador para que no se apelmacen ni reaccionen cuando van los dos en el mismo sobre. Las “gaseosas” son lo mismo pero sin elemento separador y va en un sobre el ácido y en otro el álcali.
Se usan para magdalenas, bizcochos, incluso para galletas. No sirven para pan, roscón de reyes, focaccia, etc. En algunas recetas que ya llevan ácido, como por ejemplo un bizcocho que incorpore zumo de naranja, puedes poner sólo el bicarbonato.
Como producto químico en si, no deberían tener gluten, pero pueden haberse contaminado durante la fabricación, por eso es necesario comprobar el etiquetado para saber si están libres de gluten.
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