Total que para ser la primera vez, no me ha quedado nada mal este hojaldre de pollo, pero, lo que más me ha gustado, es precisamente las caras de satisfacción de mis hijos y familia en general cuando se metieron los primeros bocados. Esos "ummmm" son la mejor recompensa para mi, me encanta.
Sin más, os explico cómo he hecho este invento. Invento que por cierto seguro que a alguien se le habrá ocurrido antes, y de hecho he buscado por el mundo blogueril, pero que no he encontrado nada igual que me pudiera servir de guía. En fin, ahí va.
Ingredientes
Un hojaldre comprado
2 pechugas de pollo (las mías pesaron 650 gr)
2 cebollas medianas, o una grande
2-3 cucharadas soperas de azúcar moreno
Queso rallado o mezcla de distintos quesos
1 huevo para pintar
Elaboración
Cortamos lo primero la cebolla bien finita y la ponemos en una sartén a pochar. Cuando está transparente echaremos el azúcar, que si es moreno mejor, pero si no tenéis yo he caramelizado con azúcar blanca un montón de veces y no pasa nada. La cantidad de azúcar dependerá de lo golosos que seáis; yo soy más de 3 cucharadas que de 2.
Mientras se hace, quitamos bien toda la grasa que pudiera tener las pechugas y las cortamos en dados. Cuando la cebolla ya casi está, echamos las pechugas en la misma sartén a que se haga un poco. Tampoco tienen que hacerse mucho que si no las notaremos secas en la boca. Poned el horno ya a calentar arriba y abajo a unos 170-180º, aunque ya sabéis que cada horno es un mundo.
Estiramos bien el hojaldre encima de una placa de horno con un papel de hornear. En la parte del medio, en una anchura de unos 6 dedos, echamos la cebolla junto con la pechuga. Encima de ésta, echamos una generosa (muy generosa) capa de mezcla de quesos rallados. En mi caso puse gouda, emmental, edam y cheddar, creo recordar.
Toca ahora cerrar el hojaldre. A mi me gusta hacerle unos cortes en diagonal por los lados de manera que puedo hacer una especie de trenza.
Cuando está cerrado pintamos bien por todos los lados con el huevo batido y volvemos a echar otra capa de queso rallado por encima. Hornearemos hasta que el hojaldre lo veamos dorado; en mi caso estuvo un poquito menos de media hora.
¡Esperad un poco, que os vais a quemar!